martes, 20 de junio de 2017

Los estados

-          ¿Cuándo una mina te dice que se va a bañar, te lo dice para que te calientes?
-          Puede que tengas razón.
La pregunta de Fran es rápida y concisa, pero le digo que no, que todos a veces lo hacemos sin esa intención, como algo natural. Obvio que no le vas a contar a alguien que vas a estar sentado en el inodoro con el diario 30 minutos. Lo que para algunos es natural también, pero digamos que lo de la ducha es un poco más.
Para que entienda un poco y no se la crea tanto le cuento que hace un tiempo yo me veía con una chica que era la histeria en pinta. Que por supuesto la conoce. Pero resulta que ella cuando fumaba se volvía tres veces más histérica, lo que a mi hacia que se vuelva menos interesante que comprar un libro en un supermercado. Digamos que hasta una histeria me bancaba. Y se ve que cuando nos escribíamos y yo le comentaba que debía pegarme un baño para salir para el laburo, ella suponía que no quería mensajearme más con ella. Y me lo decía. Después de unas semanas cuando supe que nada más pasaría ni quería, a cada cruce de mensajes, bien en el medio, tiraba un “me voy a bañar”. Fue un santo remedio hasta que por fin todo se apagó.
Distinto era cuando me escribía con ella. Me pasaba como cuando voy a recitales y quiero que algunos temas no se terminen nunca, o cuando hablo con mi hermano. No quiero que me corte, no quiero que se vaya a trabajar, no quiero que ninguno de los pibes que acompaña en su trabajo lo llame, porque de verdad siempre tengo ganas de hablar con él. Nunca se lo dije, ni a él ni a ella. Sin embargo, si le dije a mi hermano las cosas que no le dije a ella.
Si pudiera decirle algunas cosas, le diría que siempre trataba de llegar antes a la Plaza Mitre porque me gustaba verla a caminar a la distancia, que cuando me descubría por ahí, sentado en el pasto cerca de la calesita y se empezaba a reír vaya a saber uno porque, era descubrir exactamente porque yo me adelantaba a su llegada. Que tengo algunas imágenes de primavera hablando de lo que sea mientras los profesores de fotografía paseaban a sus grupos de estudiantes por la plaza. Que sé que si escucha el tema “El verano” de Bandalos Chinos, lo querría bailar conmigo tipo 3 AM en Liverpool y en clave de pop. Que sude más que cuando el avión va a despegar cuando caminando por la costa, creo que frente a la fábrica de Havanna o por ahí, me pidió agarrarle la mano.

Después de no verla por un tiempo yo había pasado por todos los estados, sin caer en la banalidad de los que hacen de las redes sociales una telenovela de su vida privada. Esos cansan tanto como los universitarios que parecen creer que son los únicos que estudian. Me aburren más que los periodistas de rock. Aunque me había dado cuenta de una cosa, el no estar triste había hecho que deje de leer y escribir un poco, bastante. Entonces me empecé a inducir con un par de temas de esos que te hacen sentir la peor basura del mundo para generar ideas, pero como leer me gusta demasiado, tuve una idea poco atractiva que es antes de irme al trabajo dejar un libro en el piso junto a la puerta para que a mi vuelta, tuviera la obligación de levantarlo y de esa manera sabía que de mis manos no se iría al menos por un rato.
Yo había vivido un par de meses en una habitación prendida fuego, de ese fuego que dejo rastros de cenizas que hacen ruido cuando uno las pisa y todas esas cosas horribles. Me sacaron a flote un par de moqueadas delante de mi hermano y los buenos deseos de mis amigos que rara vez comprenden el embole que estoy pasando donde vivo ahora. De a poco se me está haciendo cuesta abajo llevar adelante esa parte. Y les avise que en un rato hare le bolso para enfilar por ahí.
Hace un tiempo, antes de irme de viaje, me escribió. Casi sin querer, reconocí su número, cosa que generalmente no memorizo, es más, creo que el de mi mama y el de mi hermana son parecidos o algo así. Deje un tiempo el mensaje ahí, sin abrir. No sabía que podía decirme, jamás habíamos vuelto a saber del otro. No era algo que estaba en mis planes.

Solo leí, agradecí y les mande un saludo a su hermana y a su abuelo. Por alguna razón yo tenía el triunfo de mi paz en mis manos. El haberlo hecho todo. Cuando llegue a casa, la puerta empujó un libro, era Trayendo a casa todo de nuevo de Casas. Ese título fue toda una señal, mis pensamientos no habían estado tan errados.

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