Volví a leer a Casas. Cuando termino cada uno
de sus capítulos, solo digo que no esperaba menos. Fui a comprar su nuevo libro
con Florita, que vino de visita por tercera vez, ahí en el shopping, que es el único
lugar donde hay una librería por aquí. Me atendió la chica de la otra vez, la
de lentes grandes que no conocía a Girondo, aun trabajando en una librería. Tiene
el pelo más corto y se tiñó de colorada. Como mis compañeras cuando iba a la
secundaria y ese color estaba de moda. A la vuelta, mientras se avecinaba el
temporal que se quedó por dos días en la ciudad y caminábamos bajo la lluvia,
le conté a Florita que todavía no sabía porque mis viejos se habían elegido. Me
gustaría preguntarle a mi viejo como hizo para conquistar a mi vieja. Como es
que le dio bola, como se hace para conseguir una mujer así, como es eso de
estar más de cuarenta años junto a alguien, de despertarse todos los días sin
decirle que te cansaste de verle la cara, saber que elegiste la persona
correcta. En definitiva, como se hace para conseguir una mujer así.
Acostumbrarte a los humores, olores y mañas del otro. Que la mayoría de las
mañana de té sean lindas, que siempre tenga frio para poderla abrazar. Capaz
que eso es amor. Yo al amor le tengo terror, soy alto cagón. Al amor y a la
muerte. El amor me da miedo de una manera que me paraliza. La muerte, en algún momento llegará, pero la quiero bien
lejos. Mientras las calles empezaban a inundarse, Florita protestaba por sus
mocasines mojados. Mis zapatillas no podían más. Bajando la loma, cantábamos
Entre los cuerpos de Mi amigo invencible, mientras cruzábamos miradas en la
parte que dice El desvío me trajo hasta
acá.
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