lunes, 6 de junio de 2016

No era mas que mi persona favorita en el mundo - Capítulo 2: Cien burros contra mil robots

Llego y abrazo a Malen. Le pido disculpas por mi tardanza y le digo que el martes le llevaré el regalo a su casa cuando pase a buscar a su papa para que juntos vayamos a ver mi último partido de Quilmes por un buen tiempo. Saludo a todos, a mis viejos también y me siento.No puedo conmigo. Mi vieja supone que tengo esa cara porque no estoy seguro de viajar. En realidad lo tenia pensado desde que suponía lo que se me venia sin ella decirme nada. El tiempo no existe. Los que piden eso lo tienen todo bien pensado con anticipación. En algún momento me sonó a burla a tanto cariño. Puede sonar a enojo esa frase, pero no. Ni siquiera estoy cerca de eso. Es imposible guardarle rencor. Sería un gran error.
Me siento al lado de Santi, nos comemos unos panchos y miramos un aburrido Velez - Independiente. Me dice que no tengo buena cara y supone algo. Le digo que me paso algo de lo que piensa. Le había contado un poco hace unos días. Para sacarme alguna sonrisa de sobrino, me pide que imaginemos una lucha entre cien burros y mil robots. Preguntándome si de que lado estaría. Me gusta lo futurista. Pero no puedo fallarle a los burros. Se ríe y me pregunta si me iré de viaje a trabajar a otra ciudad. Le contesto que si, que acabo de decidirlo arriba de un taxi que me tome apenas la deje. Después de se abrazo en por Mitre. Que ya no tenia porque quedarme. Que era lo único que me había movilizado de la manera que se imagine en este tiempo. Y acababa de quedar a la deriva. Entonces, ¿a que debía quedarme si ni siquiera tendría su sonrisa?.  Creo que me entiende un poco y nos quedamos en silencio mientras nos acercamos al fondo para hacer cola para el metegol. Los nenes corren, se gritan y cantan una y otra vez el feliz cumpleaños. Mi viejo a la distancia, sigue cruzado de brazos como un patovica. Me parece que tiene ganas de irse. Siente que cumplió viniendo y ya. Yo siento que no tenia ganas, pero mi compromiso con Malen pudo mas. Perdón, Malen. Juro que no tenia ganas de venir así. Pero siento que tampoco podía fallarte, entonces así me hice presente: aturdido. Si, cumplí. Me voy entre preguntas de que si porque me voy tan rápido. Un abrazo para todos, ganas de llorar con todo. Salgo a la calle en medio del frío para llegar hasta Luro y Jara. Me asusto en el camino con mi propia sombra y dejo un surco entre las primeras hojas caídas del otoño, no barridas desde hace un buen tiempo. De buen humor, juro que las hubiera pateado. Meto las manos en los bolsillos lo mas profundo que puedo y la meloncolia triunfa una vez mas en mis oídos. Alguna vez me dijo que debo dejar de escuchar música tan triste, creo que todavía no lo he hecho, ni tampoco lo haré. Tengo en la campera un cuentito para ella que no me anime a dárselo jamas. Pensé en dárselo bajando la escalera pero no tuve valor, ni tampoco la fuerza. Se llama Vestida de azules turquesas y si bien tiene una clara alusión a Aristimuño en el título, es bien de ella. Creo que algún día lo publicaré. Según Loló, ese cuentito sería hit. Ella lo leyó y el otro día publicó una frase de las que aparece entre las lineas de ese. Hace unos días había pensado en compartirlo con Gera, un ser gigante que siempre me tira buena onda y algún otro consejo. Llego a esa esquina y me siento. Las vías se ven oscuras y pocos son los que andamos este domingo. La niebla baja lentamente y humedece mis ojos, la calle. Una locomotora pasa coqueteando por la vía delante de las luces de los autos que esperan el cruce. Se guarda despacio en la estación, para salir con mas fuerza, eso es lo que creo. No me gusta esa esquina. La camine miles de veces salido de la secundaria, pero nunca me dio seguridad. Salvo cuando me tomo el colectivo para ir al Once Unidos. Mis ansias van a mil y cuando dobla para agarrar por Jara digo...si, ya falta poquito y es ahí cuando un poco de paz se me viene al cuerpo. En este instante es difícil encontrar un poco de eso. Todo lo contrario. Quiero llegar a mi casa. Envolverme en la frazada, que sea parte de un mal sueño. No quiero acordarme de nada. Ni de su sonrisa, ni de sus abrazos, ni de sus frases encriptadas, la invitación al cine oculta, su poca energía en la lucha. No quiero que ni la luna me vea, le doy la espalda mientras me distraigo haciendo bolitas con un papel que agarre del piso y el 41  dobla por Marconi para agarrar Luro y venir hacia mi,

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