lunes, 2 de mayo de 2016

Sentirnos extraños

Hoy voy a escribir sólo las cosas que me gustan porque no se si en realidad quiero escribir... Me gusta ver el mar, que el 53 gire con velocidad en la rotonda de Constitución cuando voy a lo de mi vieja, ver jugar a Luca y a Walter, que Malen sonría, que Santi se esté convirtiendo en un adolescente pero demostrando sentimientos en vez de bronca, irme a dormir escuchando Aristimuño, que Fran me escriba para ir a ver las olas mientras tomamos mate... Bueno, esas son un par de cosas que me gustan, siento que si sigo puedo llegar a escribir casi una versión bizarra del tema de Manu Chao, "Me gustas tú". También la sonrisa de la del peludito, me hubiera gustado decirle que la voy a extrañar mucho, como nadie. Que ayer y hoy no hice más que pensarla, y que en todo eso que siento creo tener algo a mi favor que es que estos días fueron los que más la extrañé. Ese termómetro que significa extrañar a alguien marcó rojo furioso. Creo que es imposible tener otros días así. Eso es lo que creo que está a mi favor. Con esto no quiero decir que no la extrañe. Ayer sentí que cuando salimos del bar con Fran, el día estaba igual a cuando salí con ella la primera vez, incluso era el mismo bar y también era domingo. Se lo comenté a Fran y me dijo que no pensara más, también me dijo lo mismo Sebas el otro día. Sebas siempre sabe un plus más que nosotros y a veces siento que no lo suelta para no herirme. Que descanse, que tengo que viajar. Sólo le dije una cosa más, que no me animé a decirle que su amiga a la cual ella aprecia mucho no me parece una  buena influencia, y yo en eso de la intuición no fallo. Así como esos viejos de antes que se sentaban en los bares y con sólo ver pasar a las personas ya sabían que historias traían estas dentro suyo, pero ya está. Aunque vieron que de esos viejos también está la versión berreta, los que no saben de intuición como los que si saben, terminan siendo los viejos chusmas, usando las camisas abiertas hasta la panza, mostrando la cadenita de turno, cuando los viejos que saben usan esas musculosas blancas. Creo que los viejos chusmas emulan a Cacho Castaña, que vaya a saber porque, calienta de tal modo a las minas arriba de los 50, a pesar de tener tan mal gusto con la ropa y suponer que anda con mil minas más que las quinientas que supuestamente anda. Respecto a esto, uno de los chicos de mi grupo de amigos sentenció: "Nosotros somos unos boludos, cuando de verdad nos gusta una mina, dejamos todo y no queremos ver a nadie más que a esa. Pensamos que le gustamos a la mina tanto como ella a nosotros, pero en realidad no le movemos ni un pelo. Por eso estamos solos". Cambiamos de tema, caminamos las pocas cuadras que separan el bar de mi casa entre el frío y cerramos la conversación. Subo las escaleras y me acuerdo de mis días en Santa Teresa donde subía no se cuantas por día. Una de esas noches creo que pasó algo así.
Vamos sin rumbo, con nuestro paso bien lento. Hay un mundo de gente que viene, va y se habla en voz alta. Así como a las ferias que mi vieja me llevaba de chico, buscando ofertas para que nuestro domingo sea un poco más decoroso. Ya pasó la medianoche y anduvimos bastante en el día. Decidimos entrar a Boemiabar o Barboemia, no recuerdo bien el nombre y así, sin h. De eso si me acuerdo. Tiene el estereotipo de bar yanki. Adentro está tocando una banda de covers de unos señores bastante grandes, que el del bajo sería la envidia del Tío Sam, es igual, pero mucho más joven. Suena "Rock and Roll & Nite" lo que a mi entender es el "Break it all" yanki (si alguno no conoce el tema, teclee en el iutuv, es de los Shakers, unos uruguayos que ayudaron a crecer nuestro rock nacional) y todos agarran un instrumento imaginario y hacen que siguen el tema. Me apoyo contra la pared con una cerveza en la mano, tratando de hacer descansar a mi zapatilla derecha que acaba de romperse. Adentro somos pocos y afuera muchos. Son 40 grados que hay que bancar de alguna manera y nosotros chusmeamos un ventilador de pasada y nos metimos ahí, bien al lado. Es de esos grandes, de los que Don Campo tenía en la carnicería y le hacía dar el viento a la carne que tenía colgada así las moscas no se le acercaran y supongo, durara un rato más. Me parece que el Uruguayo agarró el bajo, Branco sostiene una guitarra y Gusta se quedó ahí afuera, en un banco, onda batero a la distancia. Yo imagino a mi viejo bailando como el baila. Con las manos en pose como si tocara el piano, sea el tema que sea. A propósito de los temas, hace un tiempo, saliendo de Miramar, previa parada en El Rey del Chipa, ella me preguntó cuál era el tema que más me gustaba de todas las bandas que escucho. Le dije que Mitad del viento, de Altocamet, y que además me hacía acordar a ella, aunque Somos tornado también lo hace, más cuando la guitarra se vuelve espacial. Sonrió y cambió la mirada. Yo ahí empecé a suponer que algo estaba girando y no a mi favor. Yo veía venir el remolino como un boxeador la trompada del knockout. Tuvo actitudes que hizo que nos sintieramos extraños. Alejados. Lo tome como una advertencia, se lo dije a Fran y a Sebas. Y nos quedamos callados, como si supiéramos algo que nadie quisiera decir. Pero creo que lo hablaremos hoy. Ese día fue el último día que la vi izando su pelo con una sonrisa. Para dar paso a los días en que me vi triste, viejo. Así como voy subiendo la escalera de mi departamento en este momento.

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