miércoles, 16 de noviembre de 2016

Cuando todas las hojas del bosque ardían debajo de mi cama

Ayer empecé a escribir sobre mi viejo. Ahora está un poco mas gordo, por mas que hace dieta y sigue las indicaciones del médico. Tiene una buena cantidad de pelo, cada vez más canoso. Y a diferencia de lo que yo creía, con el paso del tiempo está ganando una ternura insostenible. Me llamó mas veces en lo que va del año que en toda su vida. Me habla como grande y ya no me trata como un nene. Lo quiero cinco veces más así. Lo extraño, aún cuando lo recuerdo comiendo de manera apurada. Extraño muchas cosas, pero también dejé de pensar en otras. Algunos momentos se me fueron en envueltos entre mis sábanas y mi pelo revuelto. Otros con el paso de los días y las charlas a la distancia con mis amigos.
Olvidé casi todo lo de ella que me había encandilado, sus muecas, sus adorables malhumores por la mañana. Porque eran así, adorables. No es que haya pensado sólo en lo malo, aunque razones no me falten. Sólo que me di cuenta que despareció justo ahí, cuando todas las hojas del bosque ardían debajo de mi cama. Se volvió invisible, esquivándole a las respuestas, a mis ganas de verla. Y eso que yo podía mirarla por días, volverme loco por sus uñas prolijamente pintadas o comerme las gomitas amarillas y verdes, las más feas, para que ella se comiera las ricas.
Dejé de ser reacio a muchas cosas, aprendí a disfrutar los silencios y el doble cuando nos quedábamos sentados frente al mar.
Hace unos días me fui a conocer un lugar acá a unos 100 kilómetros. Me fui temprano en un micro, que ya de por si va poco por ahí y un poco menos los domingos. Me dejó a eso de las 8, en el medio del viento y el pedregullo al lado de la ruta. Caminé hasta unos cuantos metros hasta el lago Ramos Mejía y parado en medio del frío y bajo las nubes oscuras, me sentí muy solo. Todas las preguntas juntas de todo este tiempo se hicieron presentes ahí, en ese momento. Metí las manos en los bolsillos y me largué a caminar, esperando que el sol empezara a hacerme el día un poco mas amable. Llegué hasta el faro y me preparé unos mates mientras sacaba mi libreta de la mochila para empezar a escribir estas líneas sin ninguna certeza. En ese momento la extrañé como el primer día. Me acurruque en el frío y me acerqué al agua para mojar un poco mi tristeza. Después de haber recorrido el lugar, la tarde me encontró durmiendo bajo un árbol abrazado a mi mochila. Ahí bien cerca de donde las lanchas le pasan a toda velocidad por los costados a los veleros.
Soñé que Fran me acompañaba a buscarla. Cruzábamos un campo hasta llegar a una casa de dos pisos, que jamas ví en mi vida. Él me dejaba en la puerta y me deseaba suerte. Al entrar mi viejo estaba tomando mate y leyendo el diario mientras ella bajaba lentamente las escaleras, con su sonrisa de siempre. Mi viejo me pasaba un mate, un pedazo de pan y me regalaba su mañana mas alegre mientras yo lo observaba. Empezábamos a charlar y me perdía en sus palabras mientras ella pasaba al lado mio dejándome su perfume pero sin perder la atención hacia mi viejo. Me despertaron un par de ruidos, unos nenes corriendo con un perro negro, flaco y hocicudo y el festejo de unos pescadores al sacar una trucha.
Entendí que debía quedarme con los que quieren lo mejor para mí y terminar de mutar para sentirme bien. En ese instante llamé a mi viejo. Tenía llamadas perdidas de él. Cuando le pregunté que andaba haciendo me contestó que estaba sentado en casa,  tomando mate y leyendo el diario, que me había llamado varias veces, que tenía ganas de verme y hablar conmigo.

miércoles, 2 de noviembre de 2016

Las máquinas

Suena el timbre. Nadie puede tocarme el timbre acá. No me conoce nadie. Atiendo el portero y una voz me dice que tengo que dejar el edificio por una presunta fuga de gas. Juro que no entiendo bien. Mi mente va más allá y se me aparece la imagen de Guillermo Andino comentando sobre una nueva modalidad de robos en el noticiero de las 7 que ve mi vieja. Imagino algo como: joven es engañado y desvalijado, yo hablando sobre lo que me paso y los del otro lado de la tele diciendo "que boludo, ¿cómo no se dio cuenta?". Entonces voy a bajar a ver que onda. Parece que ya les avisaron a todos y nos juntamos en el ascensor. Me hago el caballero y dejo bajar primero a los que están ahí. Soy de los que supone que va a morir, pero no de esa forma. Quedo parado frente al ascensor y aparece mi vecina del “C” un poco bastante en pelotas haciéndome comentarios que supuestamente hay olor a gas y que ella ya sospechaba. Nunca nadie se da cuenta por anticipado, pero una vez que te avisan sos re pro y un experto gasista, de hecho, te crece un poco el culo y si te agachas se te ve  la raya y hasta hablas con propiedad.
Como el ascensor va a tardar mil porque son varios los pisos, mi vecina me tira charla. Repito, está casi en pelotas y me es un poco imposible mirarla porque tengo vergüenza de que piense algo o que. Todo ese tema esta medio susceptible, yo soy medio morochito con algún rasgo talibán y eso me suma un bonus de supuesto violador - depravado y  como a los negritos nos culpan más fácil que a los blancos, me cuido de todo. Cuando al fin viene el ascensor y se abre...lean esto: no hay nadie. Son 6 pisos bajando con mi vecina, yo mirando para arriba imaginándome camiones y todo tipo de máquinas como cuando era chico. Estoy más transpirado que cuando mi vieja me mandaba con polera a gimnasia en la primaria. Si el ascensor no baja mas rápido creo que voy a empezar a hacerme bolita y terminar en un rincón en el suelo.
Abajo están todos y todos opinando. Saludo a un par y a un loco del quinto con el que me cruzo siempre y es buena onda. La mayoría de los viernes a la noche me lo encuentro tomando fernet en el ascensor. Creo que el flaco debe tener un fetiche con eso o algo por el estilo. Siempre me invita un trago. Nos vamos a un costado y nos sentamos en unas escaleras que hay al lado. Le digo si acaso no es lo mismo estar acá que adentro del departamento en caso de que pase algo. Me dice que sí y me marca a la vecina en pelotas que ya calentó a medio plantel de los que estamos ahí afuera. Yo la cheteo y me pongo los lentes de sol que tengo en el bolsillo del traje que ni siquiera tuve tiempo de sacarme. Mis amigos me gritarian "Macri" cheteandola asi, seguido de "Macri gato". En ese momento bajan 3 de la camioneta de Camuzzi vestidos como si en lugar de una supuesta fuga hubiera un ataque de Bin Laden. Todos se agolpan y las viejas más exageradas se empiezan a preguntar si vamos a pasar la noche en nuestros departamentos. Yo estoy medio cagado de frio porque por acá la primavera todavía no apareció  pero mi vecina sigue ahí, sin siquiera moquearse. Empiezo a sospechar que es descendiente de Rolando Hanglin, ese ser que por cualquier razón se ponía en pelotas creyéndose vanguardista, con una novia oriental, al mejor estilo Willy Vilas, tan marplatense como la salsa golf. Creer que Rolando Hanglin es vanguardista es como pensar que el pelotudo de Coco Silly representa al macho argentino. La mina se sienta a nuestro lado y nosotros nos hacemos los desentendidos. En ese instante, supongo que Facundo Arana le hubiera ofrecido su abrigo o algo asi y pensándolo mejor, antes hubiera escalado el edificio sacándonos uno a uno por la ventana. Es el hombre elegido por la bondad para volverse material, el hombre más bueno del mundo, dirían por ahí. Pero nosotros seguimos avasallados, nos sentimos atropellados. Me parece que somos de los que cuando vemos la tv decimos “mira que mina” para sentirnos más hombres, pero en realidad parece que somos de  los que queremos al lado una mina tan buena como nuestra abuela. Capaz somos nenes de mamá. La mina se para y mira al sol con sus pezones marcados en la remera como dos corchos del mejor Rutini y nos pregunta: “chicos, ¿no tienen calor?”.

viernes, 28 de octubre de 2016

Una mujer así

Volví a leer a Casas. Cuando termino cada uno de sus capítulos, solo digo que no esperaba menos. Fui a comprar su nuevo libro con Florita, que vino de visita por tercera vez, ahí en el shopping, que es el único lugar donde hay una librería por aquí. Me atendió la chica de la otra vez, la de lentes grandes que no conocía a Girondo, aun trabajando en una librería. Tiene el pelo más corto y se tiñó de colorada. Como mis compañeras cuando iba a la secundaria y ese color estaba de moda. A la vuelta, mientras se avecinaba el temporal que se quedó por dos días en la ciudad y caminábamos bajo la lluvia, le conté a Florita que todavía no sabía porque mis viejos se habían elegido. Me gustaría preguntarle a mi viejo como hizo para conquistar a mi vieja. Como es que le dio bola, como se hace para conseguir una mujer así, como es eso de estar más de cuarenta años junto a alguien, de despertarse todos los días sin decirle que te cansaste de verle la cara, saber que elegiste la persona correcta. En definitiva, como se hace para conseguir una mujer así. Acostumbrarte a los humores, olores y mañas del otro. Que la mayoría de las mañana de té sean lindas, que siempre tenga frio para poderla abrazar. Capaz que eso es amor. Yo al amor le tengo terror, soy alto cagón. Al amor y a la muerte. El amor me da miedo de una manera que me paraliza. La muerte,  en algún momento llegará, pero la quiero bien lejos. Mientras las calles empezaban a inundarse, Florita protestaba por sus mocasines mojados. Mis zapatillas no podían más. Bajando la loma, cantábamos Entre los cuerpos de Mi amigo invencible, mientras cruzábamos miradas en la parte que dice El desvío me trajo hasta acá.

viernes, 14 de octubre de 2016

Bonusgalaxia

Llegué exhausto por las horas de viaje. Me bañe y quede a la espera de White, sentado como un niño, asustado por la inmensidad de la ciudad, ahí afuera debajo de unas plantas. Ese iba a ser a mí entender, uno de los lugares más frescos que tuve durante mi estadía. Hay unas bicis, un lavamanos con unos azulejos azules y un limonero que cruza desde su casa hasta el hostel. Un perro que no para de ladrar y un gomero gigante que parece no tener fin, como ese que esta por Defensa en San Telmo frente a un estacionamiento. Como soy medio pelotudo y estoy en otro país, tengo la esperanza de que el perro ladre en otro idioma o algo así. Siempre pensé esas cosas de chico. Lo último que hablamos con White antes de venir es acerca de una mina que conoció, que habían quedado en salir y se pinchó. Ella acusó que estaba de capa caída, lo que a los hombres nos hace suponer varias cosas: que todavía le revolotea el ex o que a veces las minas son medio complicadas y esta capaz no se había depilado. ¿Vieron que esas cosas para ella son como letales?, hasta te puede cagar una salida. Me contó que esta buena y tiró un dato interesante. Labura ayudando en los cajeros automáticos de los bancos. No puede no estar buena. Las minas que laburan de eso siempre lo están. Es un axioma más de mis amigos que compro a ciegas.
Aprovecho la espera para conectarme y decirle a mi hermano que llegue bien. Que saldré a conocer. Llega White enfundado en sus lentes de Wally, chocamos los puños, nos damos un abrazo y nos metemos de lleno a las subidas y bajadas de Santa Teresa. Todo tiene un color tan pintoresco que me hace sentir bien cómodo. Llegamos hasta las escaleras de Selarón, donde hay fotos obligadas y me culpo por tener un celular tan básico. Miro alrededor y es como si el arco iris hubiera bajado a esas escaleras. Nos perdemos en los colores hasta llegar por primera vez de muchas veces a la Casa da Cachaca. Un barcito chiquito donde la gente ya está tomando cerveza bien temprano y nosotros vamos a seguirlos. Tienen un listado de cachacas interminable. Me vuelvo loco leyendo, le mando fotos a mis amigos que encontré una carta de bebidas como la que me quería encontrar. Nos sentamos en la vereda y le comento a White que estoy sin trabajo y recién separado, lo que a prioiri suena como una dupla indestructible. En realidad hay una punta de un laburo en el sur, pero todavía nada en concreto, supongo que irme seria bien de cagón. Mi barba acentúa lo que le dije y nota cierta dejadez en mí. Le cuento que traje unas canciones en el cuaderno para que le ponga guitarra y un par de relatos a medio terminar porque aproveche las horas de viaje para poner algunas ideas en el cuaderno, pero que en conjunto ya tiene nombre, se van llamar algo así como Mi favorita en el mundo, o parecido. Que ya tengo listo uno que se llama Cien burros contra mil robots por una ocurrencia de mi sobrino hace dos días, pero que al parecer, quedara en el medio de algunos capítulos. Las canciones creo que están buenas, fueron escritas para ella y las estoy balbuceando porque no se cantar y si lo hago, lo hago mal. White lo hace un poco mejor pero creo que a ninguno de los dos nos da. Entonces prefiero que él le ponga la guitarra y yo hacer las bases con la compu y demás y que la cante otra persona.
Mientras damos otras vueltas y vemos pasar al bondinho, White me va diciendo los sí y los no del lugar, con las precauciones de rigor. También asegura que debemos ir al bar de Gómez y al mercadito porque cierra a las 7. En realidad después descubriría que el bar de Gómez se llama de otra manera, pero para todos es el bar de Gómez . Entonces hacia el mercadito vamos medio apuro. Después de que conocí el bar de Gómez, supe que sería uno de mis bares preferidos para siempre. Y eso que tengo un par de bares encima. Era lindo llegar y que digan: llegaron los argentinos, así con una sonrisa bien grande y que sepan la carta de cachaca de pe a pa, comentándote las características de cada una. Me volvía derretible. Todos los mozos eran de antaño y seguramente tenían mas años trabajando allí que los tengo yo, y al parecer, la camada nueva, porque había algunos jovencitos, habían entendido de manera optima el legado, porque todos juntos, viejos y nuevos, estaban simpáticos y sincronizados todo el tiempo.
En el mercadito compramos unas pizzas para hornear y birra en cantidad. Cuando agarré las pizzas sentí algo concreto: que me iba a cagar de hambre ahí mismo o dentro de 20 minutos, pero mire bien, y era lo único confiable. Las salchichas estaban algo grises y el que corta la carne no se sabía bien si te iba a atender o te iba a acuchillar. Entonces morimos con las pizzas. Nos hacemos locales en la cocina y se suma Gusta. Me toca cocinar. Bueno, en realidad meter las pizzas al horno y estar a cargo de la música. Metemos un par de verduras conocidas que también compramos como para hacer bulto. Cuando subo el volumen, aparecen 3 chicas saludando y preguntando que escuchamos. Parecen chilenas pero no, son de Mendoza, como White. A favor, hablan el mismo idioma. En contra, solo una escucha lo que escuchamos. Me quedo hablando mientras cocino y me pasan unos mates, unas birras, unas birras y unos mates. Todo junto. Si bien ya llevamos un tiempo hablando no sabemos nuestros nombres. White le grita desde atrás a la que está hablando conmigo, que lo está haciendo con el Monkey kid. Entonces me da la mano y me dice: Monkey kid, soy Florita. Florita, por lo visto, es la única delas tres que al parecer no es de las que lee el horóscopo o que se siente bendecida o enferma en las redes sociales. De movida coincidimos en algo. Tenemos un tatuaje a la misma altura en la parte de atrás del brazo, y los dos pensamos que Gusta tiene un aire a Juan Darthes. Esta vestida como se visten las minas pop de ahora, como con ropa de los ´80. Tiene buen estilo. Se podría decir que la piba tenía un bonusgalaxia con la ropa. Es como si hubiera agarrado lo mejor de los ´80 y lo de hoy y lo hubiera mezclado, quedando así, casual. Le gusta Las ligas menores y la pone mal igual que a mí, el tema Renault fuego.
Las invitamos a comer y no tienen pinta de viajeras de hostel. Acentúa lo que pensamos cuando Florita dice que estuvo alojada en el hotel cajetilla que trabajabamos con White,  mientras nos muestra algunas fotos de luhares que conocemos bien de cerca. En una aparece el pianista, mi querido Preto, un ser que tiene de zen lo que tiene de zarpado. White dice que no hay más histérica que mina mendocina, lo cual me da a entender que no tuvo un desempeño feliz en lo sentimental durante su estadía en Cuyo. Me da cosa preguntarle si la puso poco por ahí o que. Pero todo suena a que le fue mal. Gusta, anuncia hippies con Osde, pero dice que son copadas y hace una exhaustiva metáfora sobre la relación entre viajeros y viajeras, pero cierra el círculo en que son copadas. Me gusta cuando divaga. Se pone en off, como cuando mira los documentales esos que tanto le gustan. Llega una alemana y White me tira al oído que está más buena que un choripán a las 6 de la mañana, yo me hago el boludo y asiento medio de costado. Nos invita a una fiesta latina abajo del barrio, así que por lo que se ve, deberemos bajar al centro después de comer. Se suman un par más. Nos agrupamos. Somos de todos lados y los idiomas se mezclan entre los ruidos de las motos que nos pasan así de finito. El calor es insoportable, aun siendo las 11 de la noche.
En la famosa fiesta latina somos los únicos latinos. Como con German tenemos una amistad re linda y también muy boludona, le mando mensajes de audio diciéndole que estoy en una fiesta latina con el tono de Latino Solanas, el personaje de Capusotto. Tenemos suecas y holandesas frías bailando a nuestro lado. Yankis de tiradores sentados que solo filman y unas japonesas que por suerte no bailaron, porque las vimos cuando querían empezar a intentarlo, y eran malísimas. Le ponían menos onda que mina sin estado de Whatsapp.
Me siento bien. White me abraza y me dice que es lindo verme por ahí. Corre la pista como un wing nervioso sobre la raya y vuelve una y otra vez con un par de cachacas. Lo conozco cuando se está poniendo en pedo. Quiere tirar una del Kun Agüero y encararse a una rellenita que le sonrió mientras venia hacia nosotros. Es un borracho melancólico. Seguro ahora en un momento va a decir que me quiere y que extraña a Flor, con quien compartía ruta hasta hace poco. Tira una sarta de palabras inflamables y un par de abrazos. Me pide que disfrute. Que me limpie la cabeza. La fiesta, de latina no tiene nada. Están unos tipos tocando un funk furioso, con un set de vientos implacable. La fiesta es súper plástica, como las de la tele. Me quedo parado mirando a la banda porque la verdad que son altos músicos y suenan más que bien. Nos sentamos y las mendocinas piden unas caipirinhas de rigor. Florita me cuenta que están de paso, que estarán solo dos días y siguen viaje. Le digo que tendré la mañana libre porque White y Gusta trabajan y me ofrezco llevarlas hasta el único lugar que se llegar por el momento: la escalera Selarón, que quedará a unas 10 cuadras del hostel. Tengo buena memoria para las calles, de tal modo que German en Capital alguna vez me apodo Guía T, en honor a esa guía para los recién llegados a Baires. Les avisa a sus amigas y quedamos a las 9 en desayunar y salir. Se hacen algo de las 3 AM, yo estoy reventado y empezamos la vuelta. Hay gente como si en Marpla fueran las 7 de la tarde de un 21 de enero.
En la vuelta, Florita me supone indie por mis ropas, que llevo muy poca debido al calor. Me pregunta que me gusta y que no. Le digo que no me gusta la gente de perfil alto, que pide las cosas de mala manera y los que entre amigos, cuando llega la cuenta dice, yo tome media cerveza y gaste $17,23 contando centavo por centavo. Que me gusta la gente que se tira al pasto, que canta las canciones que le gusta y que no finge ser nada más de lo que es. Cuando termino de decirle, por alguna razón mientras subimos hacia el barrio tengo la suerte de que mis zapatillas se desaten, nos atrasamos unos metros y avanzamos apenas algunos más. Quedamos últimos con los chicos del grupo ya cruzando la calle. No, no, que nadie suponga chamuyo. En ese momento, cruza una moto, se baja un tipo con casco y apunta con un arma a White y a cualquiera que se cruza. Si, están a punto de robarnos, y de fea manera. Yo solo tengo ganas de gritarle: Che loco, déjame una. Estoy separado, no tengo laburo. Me vengo a no sé qué acá y me queres afanar?. Pero no me sale nada por el momento. Me quedo helado, nunca supe que reacción tendría ante una situación así y por suerte tengo una rápida, pedirle a Florita que empecemos a correr para atrás. Tengo igual de guapo que de cagón. Les grita a sus amigas. El tipo se vuelve a la moto y se va sin hacer nada. Pasa delante de nosotros y nos mira. Me tiembla el cuerpo. Caminamos todos en silencio las cuadras que nos separan del hostel. Linda bienvenida a mis vacaciones. Estoy con una racha interminable. Intento un chiste malísimo, y todo sigue en silencio. Soy alto boludo.
Nos sentamos en la escalera de la entrada y nos sentimos seguros. Me agradece mi reacción y me cuenta que es psicóloga, y que si bien todos suponen que esa clase de personas tiene un plus ante las situaciones, me dice que esta vez la tapó el agua. Le cuento el porqué de mi estadía allí y que vengo de comerme una mentir tras otra en la cara. Que me canse de que me hicieran sentir mal y que me prometí estar bien. Que estaré un par de días y después seguiré viaje al norte, a Ouro Preto a morirme de calor un rato. Que estuve un rato en San Pablo y es un monstruo. Ella me cuenta de su novio o algo parecido. Me tiro en la hamaca paraguaya con una cerveza en la mano. Me dice que si me voy para el sur, no viviré tan lejos de donde ella vive y en ese caso, promete una visita porque su cuñado va y viene por la zona y se puede enganchar ahí. Le digo que estaría bueno. Que ahora quiero dormir. Le deseo que siga bien su camino y que nos mantengamos en contacto, por si no me levanto temprano para llevarlas a donde quedamos. Pasa Gusta y dice que dejara medio porro en la cocina para quien lo quiera. Voy hasta la heladera y agarro una lata de cerveza que quedo a mi nombre. Mientras subo a la habitación, Gusta sale del baño y va hasta la cocina, se vuelve y agarra su medio porro.

jueves, 18 de agosto de 2016

Los Chinos - Lado B - Versión Original

Cuando nos despedimos me dijo que todo estaría bien. La gente nos miraba. Ella lloraba mucho. Solo me salió abrazarla y decirle lo mismo, que todo estaría bien. Pero en realidad en mi cabeza solo tenía dos opciones: irme con ella o quedarme haciéndome el gran hombre, de pecho inflado y sin que se me caiga una lágrima. Una estupidez, pero fue lo que hice. Un último beso y un abrazo más. Los puños en alto de los dos como señal de despedida y ella camino a su viaje como los jugadores por el túnel a punto de salir a la cancha.
Emprendo mi retirada. Agarro mi campera, una finita, la misma con la que tenemos una foto que colgaba en mi departamento que nos sacamos en el verano en Gesell. No llevo equipaje. Me hace pensar en las canciones onda Gieco que llevan esa frase y siendo chico las escuchaba cuando mi hermano ponía música e imaginaba que eso debía suponer libertad. Veo que hay diferentes maneras de leer el juego, y al menos hoy siento que alguien la pudo haber escrito en un momento parecido al mío. Mi idea de libertad esta confundida con tristeza, me parece.
Solo tengo un traje en una funda, una entrada que no use y las ganas de volver rápido a mi casa a dormir y no despertar por un par de días. Tenía las entradas para ver a El Mato y el debut argento de Capital Cities, todos en un mismo lugar, pero va a ser mejor que me vaya a casa.
Subo al colectivo y apoyo la cabeza sobre el vidrio. Son las 4 de la tarde y la fauna porteña late. El rock quedo definitivamente de lado, me compre un yogur para el viaje.
Me acomodo para dormir pero el de adelante no se decide y se mueve para todos lados. Se da la vuelta y me mira. Me mira como los chinos de Alberti a sus clientes, desconfiado. Porque con mis amigos cuando vamos a comprar desconfiamos de sus productos, creemos en esos mitos que apagan las heladeras de noche y un montón de boludeces más que solo pasa el noticiero de América. Y ellos nos miran como si les fuéramos a robar. Miran así a todos. Veo la psicosis de la gente y la desconfianza de ellos. Siempre hay uno que anda despeinado y en ojotas que se persigue por todo. Lo apodamos Bruce Lee, porque tiene cara de nada, pero suponemos que debe ser crack en las artes marciales. Es una boludez, lo sé. Es como decir que por jugar al futbol y ser argentino ellos piensen que alguno de nosotros juega como Messi. Pero por alguna razón, nos divierte y lo saludamos con un Bruce a secas cuando vamos a comprar. Nunca recibimos más que un movimiento de cabeza, pero lo bancamos.
El chofer me deja un agua mineral caliente y un alfajor en condiciones extrañas. Y entonces empiezo con mi discusión interna sí que empresa de micros debí haberme tomado. Si esta, o la otra. El de adelante se vuelve a dar vuelta y como no estoy de humor y ya es la segunda vez que lo hizo, le ofrezco mi agua. Me dice que no, que gracias. Entonces supongo que dejara de mirarme. Que lo tomo como que se lo dije mal. Creo que lo logre. Pero no. Esperó el momento y me pregunta si soy el compañero de secundaria de su hijo. Como no soy adivino y definitivamente tengo poca onda, le pregunto cómo es el nombre de su hijo. Facundo Díaz, me responde. Y si, Facundo Díaz, era mi compañero y a ese hombre que me molestaba hasta recién, le pido disculpas y que me entienda que vengo de un largo viaje. Tengo bastantes días de secundaria dormidos en su casa, unos cuantos Gancia escondidos antes de la matinee y un par de retos a las 3 de la mañana porque gritábamos los goles del Sega como si fuera el último. Su hijo tenía jugada que se llamaba La antigua Grecia. Era un truco que el jugador le pegaba de mitad de cancha y por alguna razón, rara vez el arquero la atajaba. En un torneo picante, con algunos más, decidimos prohibirla para siempre por no hacerle honor al Fair Play. Esos torneos estaban buenos porque no se podían elegir selecciones pro, entonces terminábamos jugando con equipos como Gales o Islandia como que para que si salías campeón, tenga gustito a hazaña. Recuerdo su nombre, Jorge se llama.
El descampado empieza a surgir en la ruta. Me duele la cabeza y mis pensamientos no son buenos. Intento dormirme con la capucha puesta. Alguien va a cumplir su sueño y yo estoy triste por eso. Mierda que estoy en egoísta. Hoy no debería sentirme así. Pero vamos por parte, no me pone triste que vaya a cumplir su sueño. Me pone triste que para cumplirlo deba irse tan lejos.
Debería disfrutarlo, pero al menos por ahora no me sale. Me sale pensar en que no va a estar más con sus dibujos, con sus fotos, con sus colores, con sus movimientos de manos. Porque me gusta cuando habla así, explicando todo con las manos. A veces robóticamente. O cuando le agarra el síndrome del ritmo. Siempre decía que si se ponía mis lentes de lectura setentosos, le agarraría el síndrome del ritmo, y hacia muecas como si empezara a mezclar discos sin parar. Como si le agarrara convulsiones, lo acompañaba con sonidos como esos que yo imitaba de chico del Double Dragon. Lo hacía generalmente cuando se despertaba. Cuanta frescura en una sola persona. La imagen perfecta a pesar de su nariz imperfecta.
Al llegar, el día esta algo gris, aunque claro, ya es un poco bien de noche. Mi departamento está en silencio y así lo será por unos días. Nunca me gustaron las persianas bajas pero ahora si. Mi hermano me merodea, me rodea la manzana con mensajes de texto que nada tienen que ver con mi momento. Ok, lo agarré. Me quiere distraer y yo le voy a hacer suponer que lo hizo. Contesto con jajaja, claro, buenísimo!
Me canso de fingir y le digo la verdad. Que la voy a extrañar.
Hay una espera de su parte, la juega de bombero y me dice que vendrá a casa a la hora que sea, que solo ponga la pava al fuego. Que unos mates pueden calmar mucho, pero no sé si más que una tarde frente al mar.
Me pongo nervioso y le cuento que intente regalarle un puñado de mar en una botella. La llene con arena y la envolví en Tus Canciones de Lisandro Aristimuño. Que me había salido hacer eso en lugar de escribirle, como era mi deseo. A veces pienso que fue una idea tonta, aunque hoy estoy un poco más conforme con lo que hice.
Hablamos. Mi hermano me dice que todo va a estar bien. Todos me dicen que todo va a estar bien. Estoy algo pesimista, lo sé. Me levanto de la silla, me arrodillo y busco discos. Estoy inquieto y a la vuelta a sentarme con él, se para, me agarra la cara y me da un cachetazo suave, como cuando me dice que me quiere. Y yo no quiero que lo haga, que no diga eso. Porque voy a llorar. Y no quiero llorar delante de él. Entonces mientras me habla, me atraganto con mi llanto y lo escucho, apelo a una de mis tantas ideas estúpidas. Mi contraataque para no llorar es pensar la formación ideal con los mejores jugadores de básquet que yo haya visto del club del cual soy hincha. Entonces pienso: Farabello en la base, Domine, De la Fuente y así. Pienso donde puedo meter a Hopson en ese cinco inicial. Siento que debo hacerle lugar al Sepo Ginobili en la base, pero vuelvo a pensar que vi al mejor Farabello. Y vuelvo ahí, al lugar, con la cachetada. Y si, lloro. Lloro rápido, con vergüenza. Estoy confundido. Quiero verla ahora que se fue, quiero otro trabajo, quiero ocupar mi tiempo.
Me reta y me dice que debo hacerme cargo de la situación, que esto no es un disco y no se puede pasar de un tema a otro. Empiezo a sospechar que mi plan fugaz de pasar de un tema a otro fue así, fugaz.
Al otro día aparece Martín y me invita a comer a su casa. No me saca el tema, él sabe mucho, incluso más que yo. Pero quiere cuidarme y lo dejo. Me trae la cerveza que me gusta y la pizza como me gusta. Hasta compro el helado de mi sabor preferido. No me puedo quejar. Hasta me pone la música que escucho, y eso que a él no le gusta para nada. Me mira, me palmea y sonríe. No es necesario que haga eso. Con su amistad me basta y me sobra. Me distraigo con su hija que me cuenta lo de toda nena de su edad: del jardín, de sus clases de danza. Tiene un pizarrón e intenta escribir mi nombre. Se confunde la J con la G. La ayudo y nos reímos. Trae sus juguetes y los deja a todos ahí, en el piso.
Me invitan a quedarme a dormir. Y con esas palabras encima miro a mí alrededor los juguetes y sí, me siento un niño. De los bien malcriados. Saco valor y les digo que no, doy las gracias y explico que mañana debo ir muy temprano al trabajo. No sé por qué debo ir tan temprano, si yo no trabajo en ese turno. Me retrucan que desde su casa, mi trabajo queda más cerca que de la mía. Me ponen en aprietos y les salgo que no quiero molestar a las 6 am con mis movimientos torpes de recién levantado. Y aparte soy de los que ponen 5 alarmas seguidas hasta levantarse. Un embole.

Me voy a casa. Tengo unos mensajes de ella. Le contesto que le contare todo por email y que por acá hace un poco de frío. Su respuesta nada tiene que ver con lo que esperaba. Su respuesta empieza con disculpas. Ya está. No es lo mismo. Sigue, lo leo. Lo leo de compromiso. Ya no quiero seguir haciéndolo. De hecho supone eso en el email. Me quedo quieto y me rasco la cabeza. Voy a la cocina pensando y me preparo un té. Abro el libro de Casas que me regaló, leo su dedicatoria y su firma: Chica de Oro.

miércoles, 3 de agosto de 2016

No era mas que mi persona favorita en el mundo - Último Capítulo: 17 Razones Para Crear o Reventar

Cuando me acomodé en el asiento y ví que yo me iba y mi familia y amigos se quedaban inmóviles mientras el colectivo empezaba a moverse, no solo supe que la iba a extrañar a ella, sino también a ellos. Que esta especie de broma de mal gusto de su desaparición y una excusa tras otra le había dado resultado. Distraje a todo el mundo cerrando el puño en señal de victoria, como si todo fuera bien, pero en realidad tenia ganas de bajarme a abrazarlos y dejar que el micro se llevara mi mochila a donde quisiera. Quedarme con ellos. Que mi vieja me invite a comer el domingo. Que mi hermano me diga de ir a la cancha. Que Fran me toque el timbre sin avisar y me diga que baje y vayamos por una cerveza. Pero no.  Me acurruqué hacia un costado, me envolví en mi pañuelo y mi abrigo y me aferré a una nota y los deseos de éxitos que me dió Santi, hasta que los ruidos de la noche me despertaron en plena ruta.
 No es que quiera meterme en la maquina del tiempo. Ni siquiera inventarla, pero bueno seria volver el tiempo atrás y ahí donde todo se empezaba a escaparse , poder verlo bien de cerca,  delante de mis ojos. Cambiar el rumbo, seguir el viento.
Estos días me vi algo viejo y un poco aburrido. Corro las cortinas y entiendo que mirar afuera no es lo mejor que pueda pasar. Los días están todo su tiempo tan grises, y los álamos tan secos que entristecen cualquier sol que se le ocurra salir por acá, dejarlo sin ganas y hacerlo que se vuelva a guardar así tal como salio a ver el día.
El frío de la nieve de los alrededores baja desde las alturas hasta llegar ahí, a mi ventana que me despierta empapada con el reflejo tibio de los rayos. Asomo la cabeza desde el 6to B para ver si cruza el cielo algún avión a chorro. Hay muchos por acá. Empecé a contar unos cinco al día. Me lleva a mi niñez cuando me fascinaban junto a los camiones, casi tanto como ahora. El otro día camine de espaldas hacia la despensa de acá cerca por unos buenos metros, solo para ver como uno se perdía entre los edificios. En la despensa atiende un tipo super amable, que tiene un perro gigante de no tengo idea que raza, pero tiene el tamaño de un mini caballo o algo asi. Yo lo bautice Yao, por Yao Ming, el gigante que jugaba en Houton Rockets, pero por lo que pude escuchar, creo que se llama Perez y hasta lo tratan de Sr., Sr Perez de aca, Sr. Perez de alla. A veces pienso que  el de la despensa tiene el prototipo de  esos que se las mandaron todas y después se convierten al Evangelismo para recomponer su imagen. Parece salido de un cuento de Poe,pero te cambia de frente como el mejor Verón, el que no se vendía,  cuando te habla.
El sábado, tirados en el pasto con Fran mientras buscábamos algunas cabos sueltos que jamas encontraremos respecto a lo que me paso con La del Peludito, no solo vimos uno de esos aviones hasta desaparecer sino que le habré expuesto unas 17 razones para crear o reventar respecto a mi situación, las cuales después de enumerarlas fueron sentenciadas por un: Pasa que acá estas solo, no tenes a nadie, no hablas con nadie y con el frío que hace no da ni para salir. Deberías buscar en que perder el tiempo. Como atajandome de la situación, le dije que ya había empezado a saludar a algunos en la calle, que yo por el momento no ubico quienes son, pero ellos me deben ubicar por mis auriculares. Acá la ciudad es muy chiquita y tiene un par de cuadras, entonces, te cruzas con todo el mundo. No me dijo nada nuevo. Lo de todos. Laura fue tajante y clara, me lo cerró con un Jamás le importaste. Como la quiero a Lau, a pesar de ser tan hiriente.Claro, lo que todos me dijeron, tiene un porque. Nadie esta  en el lugar de uno. Nadie siente, nadie piensa, nadie recuerda. Pero entre todas esas razones, sorpresivamente había varias positivas, quedando como la que mas me gusta endeudarme para editar algo de Lluvia de pastelitos y comprar lo que me falta para la música. No solo en deudas piensa el hombre, sino en algunas cosas mas, como viajar. No volver a mi ciudad mas que de visita por unos días. Estar un tiempo por aquí y seguir la ruta. Ya lo comuniqué oficialmente a quienes me quieren y todos me dijeron que ya lo suponían. 
Cuando nos estábamos a punto de dormir, mientras yo ya fantaseaba entre el hambre y el sueño que tenia, me pregunto: ¿Entonces en gran parte te viniste acá por ella?. Cachetazo esperable para él y para mi. Al parecer no eran tantas las positivas. Dije que si, y me quede callado. Sin agua para el mate, decidimos dormirnos al sol con unos perros como compañeros. Nos despertó una de esas motos ruidosas que bajan después de la rotonda a toda velocidad.
Yo estoy pensando tirarme en el longboard por ahí, desde esa rotonda, pero creo que si fallo puede costarme bien caro, pero me tengo fe y hoy me iré a dormir temprano para intentar mañana bajar deslizándome en esa recta, en bajada,  por supongo,unos 400 metros. Va a ser una buena velocidad y también puede ser un buen golpe. Fran me dijo que no debo hacerlo, que es accidente seguro. Lo tendré en cuenta por si me pasa. Prepare una buena playlist, donde anda girando El ultimo sereno de El Mató.  Esa canción a veces me recuerda al vértigo de  volver medio puesto de Liverpool a casa, con la cabeza y el cuerpo sucio, como un disco de Sonic Youth. Hasta que conocí a La del Peludito y supe que si quería ir en serio se  me debían terminar ciertas cosas, como mis problemas de conducta conmigo mismo y compré ese nuevo modelo que lo mantengo de buena cuasi brillante hasta estos días. Creo que fue lo que mas admiró a Fran de su visita, fue eso. Y también que me volví mas solitario, un poco mas de la cuenta.
Hablando con Florita a la distancia,le pedí que me trajera el nuevo disco de Cosmo, que recién esta salido del horno. Viene nuevamente hacia aquí, repitiendo visita. Hay un tema que se llama La mano de King Kong, que como verán nombra a mi mono favorito, por encima de Monetti y Navarro Montoya. Me lleva al paisaje de una esperada vuelta a Marpla, ahí bien por la ruta 2, llegando a Las Armas, con el sol bajando, con la cabeza en la ventanilla queriendo llegar a casa. Queriendo oler mis libros, tocar mis discos, dormir en mi cama, abrazar a Santi, ver las canas de mi viejo y la sonrisa de mi vieja como señal de llegada. Todavía me falta mas de un mes y un poco de días para eso, pero casi que confirme fecha y me estoy poniendo ansioso como nena en camisón. Creo que tengo tantas ganas de ver a mi familia que si mi vieja me sirviera la leche preparada con  Mu y chocolate Okey no diría nada. Mi vieja siempre hizo chicle los sueldos de mi viejo y no consumíamos grandes marcas y por ende, en esa época, grandes productos. Solo Coca los domingos y con los jugos empezamos con Tang y terminamos con Suin, esa pócima secreta que rendía un sinfin de litros, que al principio, el gusto podía matarte, pero después te dabas cuenta que seguías vivo y podías ir a jugar a la pelota tranquilo. Así que mis meriendas eran con una leche que se llamaba Mu. Sí, en serio, se llamaba Mu. Y la chocolatada con Okey, que igualmente estaba bueno y la caja tenia un diseño con onda, con un rojo furioso. Venia uno sabor a banana, que por suerte mi vieja nunca descubrió, porque era aun mas barato que el común y si lo veía, seguramente tenia como destino la alacena de casa.
Hace poco encontré un sendero, de eso que cuando empezas a subir los autos se ven desde lejos y la ciudad empieza a verse chiquita. Hoy volví hasta ahi con un libro de Aldous Huxley que ando leyendo. Ese loco escribió: Después del silencio, lo único que puede expresar lo inexpresable es la música. Faaaa, me rompió corazón y cabeza tal frase. Así como cuando ves que tu niñez es perfecta hasta que te empieza a gustar  una chica. Digamos que estoy estudiando el lugar, pero me voy rápido. El paisaje es algo desolador y  alguien que haya pasado por ahí lee esto, sabrá que es verdad lo que digo. Podes sentirte nada entre tanta inmensidad,pero a mi por ahora, me bajonea. Me lleva a cuando nos dijimos las ultimas palabras sentados en el piso, dando paso a mis días que se volvían una eternidad, lentos, chatos. Todavía recuerdo sus camisas, su voluntad para levantarse casi una hora antes para ir al trabajo, maquillarse y desearme un buen día. Las mañanas de descanso y los desayunos juntos. La perpetuidad de los recuerdos que dicen, se vuelven fantasmas que deambulan entre los espacios vacíos de mi departamento, entre mi miel y mi te, entre los libros que están en el piso en busca de algún mueble que jamas habrá, que los cobije, trayendo canciones que me la dibujan en mi mente, así, como cuando le abría la puerta y me daba un abrazo. Que difícil es detener la memoria. Como era difícil detenernos cuando estábamos juntos y la gente se volvía invisible. Cruzábamos paredes y pastos verdes, plazas y arena, truenos y tormentas, inmunes a cualquier mirada. Miradas que algún día cruzaremos, buscando la verdad entre sus ojos delineados.




lunes, 20 de junio de 2016

No era mas que mi persona favorita en el mundo - Capítulo 3: Soñé una canción

Me acosté escuchando Villa Lobos, una canción casi porno de los LuzParis. De esos ritmos que hacen sentir sexy hasta a la mas fea, a la mina santita que nunca te quiso entregar  un poco mas atorranta o la que pone buen día o buena semana en las redes sociales un poco mas bicha. Vieron que hay personas que ponen ¡Buen día! y cuando vos lo ves son las 12 porque recién te acabas de levantar, las lagañas no te dejan ni ver y pensas... ¿Buen día?! Mejor anda a dormir, ¿mirá la hora que es? Publicaste hace 5 horas, eran las 7 AM. Ese ritmo puede haber incidido en mi muerte en la cama. Hecho bolita, despertándome en medio de la noche con una melodía en la cabeza. Prendí la luz, me puse los auriculares e hice una base bastante simple en el synthe que compre vendiendo todo lo que un hombre no necesita después de los 30, como la play y esas cosas, solo para que me quedara en la cabeza hasta la mañana siguiente y seguir durmiendo. La letra decía algo así como tal vez podría ser esa sensación mi debilidad. Anduve repitiendo eso toda la mañana hasta que me decidí anotarla. Hablo con Fran a la distancia y debido a una situación de nuestro grupo que nos rodea coincidimos que al mundo le hacen falta mas dinosaurios Barney y menos Icardis. Mas amigos fieles. Mas abrazos con risas. Se toma en serio lo que hablamos y dice que tiene que contarme algo. Que hablemos en serio. No es que nunca lo hagamos, pero este hablemos en serio se por donde viene.Me hago el boludo y para no aguantar la piña que se me viene de golpe, meto un bocado de aire y tiempo con un tibio ¿De que?.Conozco sus caras cuando tiene que decirme algo que no será risa. Supongo que puso esa que mira para el costado, se acomoda el pelo y saca la lengua un poquito para el costado y lo larga. Bueno, a decir verdad, me dijo algo que yo suponía hace unos meses. El mazazo duele igual. Sigue y repite: es para que dejes de pensar en ella, pero lo que suponías y con quien suponías, se dió. Dice que lo pudo averiguar por ahí y le pareció contármelo. Cierra con un te quiero que lo hace mas amigo aún y supone que estaré bien, tal como los médicos cuando te duele algo. Agradezco su acto de valentía en la amistad cual soldado heroico que me defenderá a capa y espada, o fusil y casco. Hay dos cosas a la vista. Un poco de bronca y silencio. El dolor de la mentira. Ya está. Renacer de la derrota y el desencanto. Pelear en el barro. Gritar sensaciones.Todo eso junto. Y hay otras dos cosas mas, o sea que serian 4. Supongo tener la bola de cristal en mis manos, pues adivine lo que suponía. Entonces, puedo deprimirme por la acción o salir y buscar una agencia de lotería y jugar un número que no sea el 23 o de los jugadores de básquet que me gustan como cada vez que compro alguna rifa que nunca gano.
Elijo deprimirme y refugiarme en mis amigos. Los mismos que llegaran en un puñado de días en plan de curación espiritual hacia mi. Se vienen en modo de acompañante terapéutico. Rodearme de gente querida por unos días va a ser lindo. Entonces desfilará Flora, Fran, Caro y su hermana,  y así casi todos juntos por un poquitito de días. No puedo quejarme de ellos.
Las dos roturas de corazón de mi vida las sufrí este año. Lo que yo ya suponía y Fran me acaba de confirmar. Y un secreto guardado por 20 años por el muy hijo de puta de mi hermano.
De pendejo me llevaba a los torneos de verano. Me llevaba temprano para que vea a los jugadores bien de cerca,  nos poníamos ahí en la esquina del corner. A la salida los íbamos a esperar y alguna que otra foto con un jugador tengo. No es que de chico me pinto el cholulaje, pero era un niño y para mi ver a los jugadores era como imaginarme mis monstruos preferidos, de esos que largaban luces por la boca y fuego por los oídos. Resulta que un día bajamos ahí, bien debajo de la platea techada del Minella y cuando empiezan a enfilar para donde estábamos, bien en el fondo, de impecable traje azul eléctrico, venia el Enzo. El Enzo no había jugado, porque en los torneos de verano nunca ponen a las figuras ni a los titulares, entonces vos ibas con el sueño de ver al Enzo y te terminabas morfando que tenias que ver a Maisterra, y en lugar de ver a los jugadores terminabas viendo que botines usaban porque el partido era un embole. Pero eso no era todo, sabía que a los botines que veía puestos en ellos mis viejos jamas me los iban a poder comprar porque valían fortuna, entonces hasta capaz te ibas preguntándote si eras hincha del equipo que habías ido a ver. Lo veo tremendo, gigante. Mis piernas temblaron definitivamente.Mi póster de él levantando la Libertadores en mi habitación estaba por encima del de Jordan volando en un partido contra Indiana. Y eso que a mi el basquet me encanta. Me quedo parado. Mi hermano me deja a un costado y se acerca al tumulto generado por la sola presencia del hombre de azul eléctrico, se pierde en la multitud y vuelve con un papel. Me abraza y me dice que lo agarre. Tengo el autógrafo del Enzo en mis manos.No podría estar mas feliz. Mis 8 años de vida explicados en ese momento. Nos volvemos a casa felices. Nada importaba. ni siquiera espera el bendito 42 o que no tuviéramos para un choripán.
Hace unos días, cuando la del peludito ya me había roto el corazón y había esquivado ciertas verdades, antes de salir para Río para mi viaje arreglador de cuore y cabeza, mi vieja le largó en la cara a mi hermano aquella jugada. Que nunca me había contado que usó sus dones de gran dibujante para graficar una firma falsa del uruguayo. Y ya habían pasado mas de 20 años sin saber de eso.Pero lo que mi hermano no sabe es que la caja de madera pintada de verde que andaba en el piso por mi departamento, ahí al lado de la alfombra, esta llena de todo lo que mas quiero en el mundo y los recuerdos que supongo, me quedaran para siempre. Una foto con él, otra de nene con Dominé, el histórico ayuda base de Quilmes todo transpirado y yo con una camisa escocesa de esas que uso hoy también, entradas a recitales, a las Ruinas de Quilmes, una foto en el cartel de La Quiaca que dice que faltan tantos kilómetros para llegar a Usuhaia, mi primer pasaje en avión, la entrada al Museo del Carnaval en Montevideo...y la firma postiza del Enzo que alguna vez hice plastificar para guardarla a través de los tiempos, intacta. Yo quería guardar esa firma como guardan a las personas en Wayward Pines. Ojala algún día lea esto y tenga un poco de culpa. Puedo decir que a mi favor tengo que las dos mujeres que me rompieron el corazón fueron las que mas quise y la que mas quiero. Esa frase puede resultar a querer salvar mi orgullo pero lo siento así. O bien podría decir que una con la verdad y la otra con la mentira. Lo hablo con Germán, mediante audios de esos largos que llegan en medio de la noche. Estas noches he dormido algo cortado, en realidad en toda la semana.Me pregunta si me di cuenta lo de las minas. Que siempre quieren que seas así, o mas serio con esto o aquello y es verdad. Y como con mis amigos somos grandes escuchadores de Aristimuño, Lucio Mantel, Salomar o todos esos que le escriben cosas lindas a las minas y hacen que se derritan, queremos volvernos tan sensibles como ellos y lo aceptamos. Hasta a veces uno  termina comiendo con ellas esas verduras como berenjena y zuchini que solo hacen feliz a la gente que va a Palermo. Comes ensaladas que tienen gajos de naranja y le pones el aceto caro que nunca comprás porque te sale lo mismo que llenar el congelador de hamburguesas y comer toda la semana. Pero claro, cuando vos te volviste el boludo que ellas querían, te dejan por uno onda Fotolog (qepd) a los 15 años, de esos que clavan en Facebook: Estoy solo ahora, ¿quien me escribe? y toda esa sarta de los sin cerebro que andan dando vueltas. Entonces cuando pasa eso, es el momento indicado para ir a la Asociación Marplatense de Boludos a pedir el diploma de honor y colgarlo en el living, sacando la única foto de tus vacaciones en las que vos saliste como querías, para si, darle lugar al diploma para que se luzca a la vista de todos.Incluso mostrárselo con orgullo a tus sobrinos.
Germán me da la razón y se queda con una palabra: foto. Me cuenta que una amiga quiere presentarle a su supuesta entrañable amiga porque según ella, él es su tipo. Pero Germán se pone en alerta porque según dice, la chica que tiene la misma foto de perfil de Whatsapp y de Facebook, no está buena. Ese es su axioma. Y esta tiene la misma en ambas redes. Ha estado examinando el terreno.  Puede que tenga razón. Y hay otra cosa mas por la que no quiere jugarse, alguna vez, tomando un vino con su viejo mientras esperábamos el asado en el fondo, después de hacer unos tiros al aro, nos advirtió: no hay que meterse con las minas mas petisas que uno, si te dejan, tenes 4 años de mala suerte. Y a esta que la quieren dejar frente a sus narices, le parece que lo es. Yo no le dí bola a Ricardo, el padre de Germán porque estaba en mi primavera del amor, entonces le seguí dando al salamín, intercambiando mensajes con la del peludito y al vino que habíamos guardado por años con su hijo para tomar en una ocasión especial, y su regreso al país por unos días lo era. Y sumamos estas palabras. Atentos. Habíamos coincidido que era el mejor momento de nuestras vidas, que los 30 nos habían llegado para bien, con amigos, canciones y amor. Marchen otros diplomas por aquí... Le digo que pruebe así tenemos mala suerte los dos, para acompañarme nomas. Ya que somos tan amigos, en las buenas y en las malas.
Salgo dormido a la calle en busca de mi primer corte de pelo de visitante, le escribo a Lucho, que me corta el pelo desde hace años casi despidiéndolo. Me desea suerte y dice que cualquiera puede hacerlo. No Lucho, este no podía hacerlo. Este me rebano el jopo que traía hace un buen tiempo y vos cuidabas, así, de una. Pero ya me creció y cambie de peluquería y el loco nuevo le dio la forma de honguito a mi cabeza que quería. Y si bien me queda mas despeinado arriba y no concuerda con la seriedad que hoy pide mi trabajo, lo dejo, teniendo en cuenta que esta bueno con romper ciertos estereotipos.
Antes fui por unos estudios y acaban de mandarme no a otra ciudad, sino a otra provincia. Si, si. Por suerte acá cruzas un puente y estas en otra provincia, pero no deja de llamarme la atención. Me puedo tomar un bondi, pero creo que el tren tiene otra mística y tarda solo 20 minutos.
Mis ojos se ponen vidriosos con la cabeza sobre la ventanilla del tren que surca entre el puente que separa las ciudades. Porque si, la extraño y no guardo rencores, insultos, chicanas, ni nada que se le parezca. El agua corre debajo y trato de fotografiar el paso. Schuster me mete presión cantándome en los oídos yo te quiero mas que a todo el resto porque vos sos la maldad y termino de caer que si. Que tiene razón, un poco de maldad. Vos no, Schuster, no me metas fichas ahora. Yo siempre te banqué y me identifique con tus letras. No tengo rencores ni temores.Pero si hay mucha desilusión. Yo solo quería mas noches de manta, chocolates y gomitas tirados en la alfombra, mas meriendas por los barcitos cerca de casa, mas rechazos ante la propuesta de ver Star Wars, mas pedidos de abrazos porque tenia frío al irnos a dormir.


lunes, 6 de junio de 2016

No era mas que mi persona favorita en el mundo - Capítulo 2: Cien burros contra mil robots

Llego y abrazo a Malen. Le pido disculpas por mi tardanza y le digo que el martes le llevaré el regalo a su casa cuando pase a buscar a su papa para que juntos vayamos a ver mi último partido de Quilmes por un buen tiempo. Saludo a todos, a mis viejos también y me siento.No puedo conmigo. Mi vieja supone que tengo esa cara porque no estoy seguro de viajar. En realidad lo tenia pensado desde que suponía lo que se me venia sin ella decirme nada. El tiempo no existe. Los que piden eso lo tienen todo bien pensado con anticipación. En algún momento me sonó a burla a tanto cariño. Puede sonar a enojo esa frase, pero no. Ni siquiera estoy cerca de eso. Es imposible guardarle rencor. Sería un gran error.
Me siento al lado de Santi, nos comemos unos panchos y miramos un aburrido Velez - Independiente. Me dice que no tengo buena cara y supone algo. Le digo que me paso algo de lo que piensa. Le había contado un poco hace unos días. Para sacarme alguna sonrisa de sobrino, me pide que imaginemos una lucha entre cien burros y mil robots. Preguntándome si de que lado estaría. Me gusta lo futurista. Pero no puedo fallarle a los burros. Se ríe y me pregunta si me iré de viaje a trabajar a otra ciudad. Le contesto que si, que acabo de decidirlo arriba de un taxi que me tome apenas la deje. Después de se abrazo en por Mitre. Que ya no tenia porque quedarme. Que era lo único que me había movilizado de la manera que se imagine en este tiempo. Y acababa de quedar a la deriva. Entonces, ¿a que debía quedarme si ni siquiera tendría su sonrisa?.  Creo que me entiende un poco y nos quedamos en silencio mientras nos acercamos al fondo para hacer cola para el metegol. Los nenes corren, se gritan y cantan una y otra vez el feliz cumpleaños. Mi viejo a la distancia, sigue cruzado de brazos como un patovica. Me parece que tiene ganas de irse. Siente que cumplió viniendo y ya. Yo siento que no tenia ganas, pero mi compromiso con Malen pudo mas. Perdón, Malen. Juro que no tenia ganas de venir así. Pero siento que tampoco podía fallarte, entonces así me hice presente: aturdido. Si, cumplí. Me voy entre preguntas de que si porque me voy tan rápido. Un abrazo para todos, ganas de llorar con todo. Salgo a la calle en medio del frío para llegar hasta Luro y Jara. Me asusto en el camino con mi propia sombra y dejo un surco entre las primeras hojas caídas del otoño, no barridas desde hace un buen tiempo. De buen humor, juro que las hubiera pateado. Meto las manos en los bolsillos lo mas profundo que puedo y la meloncolia triunfa una vez mas en mis oídos. Alguna vez me dijo que debo dejar de escuchar música tan triste, creo que todavía no lo he hecho, ni tampoco lo haré. Tengo en la campera un cuentito para ella que no me anime a dárselo jamas. Pensé en dárselo bajando la escalera pero no tuve valor, ni tampoco la fuerza. Se llama Vestida de azules turquesas y si bien tiene una clara alusión a Aristimuño en el título, es bien de ella. Creo que algún día lo publicaré. Según Loló, ese cuentito sería hit. Ella lo leyó y el otro día publicó una frase de las que aparece entre las lineas de ese. Hace unos días había pensado en compartirlo con Gera, un ser gigante que siempre me tira buena onda y algún otro consejo. Llego a esa esquina y me siento. Las vías se ven oscuras y pocos son los que andamos este domingo. La niebla baja lentamente y humedece mis ojos, la calle. Una locomotora pasa coqueteando por la vía delante de las luces de los autos que esperan el cruce. Se guarda despacio en la estación, para salir con mas fuerza, eso es lo que creo. No me gusta esa esquina. La camine miles de veces salido de la secundaria, pero nunca me dio seguridad. Salvo cuando me tomo el colectivo para ir al Once Unidos. Mis ansias van a mil y cuando dobla para agarrar por Jara digo...si, ya falta poquito y es ahí cuando un poco de paz se me viene al cuerpo. En este instante es difícil encontrar un poco de eso. Todo lo contrario. Quiero llegar a mi casa. Envolverme en la frazada, que sea parte de un mal sueño. No quiero acordarme de nada. Ni de su sonrisa, ni de sus abrazos, ni de sus frases encriptadas, la invitación al cine oculta, su poca energía en la lucha. No quiero que ni la luna me vea, le doy la espalda mientras me distraigo haciendo bolitas con un papel que agarre del piso y el 41  dobla por Marconi para agarrar Luro y venir hacia mi,

viernes, 27 de mayo de 2016

No era mas que mi persona favorita en el mundo - Capítulo 1: "No te olvides de mi, no me olvido de vos"

Vos deberías saber que algunas de tus actitudes me hacen mal. Solo quería que lo sepas antes de largarme a escribir algo mas mientras a Di Caprio le pasan todas en la tele: va en el Titanic, le aparecen delfines y así. Solo falta que le den de nuevo un Oscar o aparezca Messi en la cubierta del barco y lo invite a jugar un fulbito. Le cuento Loló lo nefasto de mi sábado, de estar en nueva ciudad donde no conozco a nadie y el frío corta las venas y en los días que estuve, el sol apenas se hizo presente no mas de dos horas. Todo lo malo también puede ser una oportunidad. Estoy optimista, lo se. Ayer fui al río y se vio lindo. El agua corría con soltura y le envié un video chiquito a mi familia y amigos para que vean que al menos esa parte,me gusta. Mas cuando se mezcla el amarillo de los álamos del otro lado del río con el verde del agua. Justo cuando me estaba cayendo, empezando a extrañarla, escribí esa frase. Apure el mate y me senté en el pasto. Ahí en fila donde el río simula una escollera como sobran en la ciudad desde la que vengo. Por suerte Loló hoy tiene ganas de hablar y puedo dejar de hacer zapping, mientras cargo un capítulo de Wayward Pines. Me recuerda que alguna vez escuchábamos Peligrosos Gorriones y que volvieron. Que el tema Penuria, la hace imaginarme cantándolo con mis manos en los bolsillos de alguna campera moviendo apenas la cabeza, como si me hubiera vuelto tímido. Que siempre canto así los temas que me gustan y supone que este me va a gustar mas de la cuenta. Busco la canción y es amor a primera vista: letra confusa y oscura, nada mas lindo que pensar mas e imaginarme mi colección de personas invencibles. Con una de esas personas hable hoy, Santiago. Le mandé un mensaje de voz después de entrar a una librería, preguntar por un libro de Girondo y que la chica que me atienda ni siquiera conozca de quien le hablo. Entonces entendí que los lentes grandes de intelectual no son mas que una mera moda que tal vez solo sirvan de vidriera para conseguir trabajo en una librería. Un buen regate. Tuve algo así como una desilusión express contada a Junior y Fran entre risas y termine en mis manos con Música para feos de Lorenzo Silva, libro que me llamó poderosamente la atención, la soltura con el que el autor escribe desde la perspectiva amorosa - dolorosa de una mujer. Escribe en femenino, cosa que creo, jamas me saldría. No lo leí demasiado, llevaré algo así como unas 100 páginas, pero mis ratitos libres, se me ha vuelto vicio. De hecho hoy lo llevé al banco porque intuí que mi espera iba a ser demasiada y por esta vez, acerté. Antes había desayunado en el shopping. Desayuno plástico si los hay. Muy turista lo mio. Por el momento me estoy moviendo en lugares comunes, no mucho mas. Se me vino Santiago a la cabeza porque encontré unos simuladores de Formula 1, de esos que a él le vuelan la cabeza, a pesar de su corta edad. Y día a día me voy encontrando con un pequeño adulto. Que no responde con monerías sino que me cuenta lo que hace, que ha empezado a hablarme de chicas. Que el basquet ahora ocupa nuestro último lugar en las charlas y no las chicanas del comienzo. Creo que es tal vez por tener una madre cuidadosa al extremo, de esas que se vuelven casi insoportable y un padre con algunos consejos a lo Homero Simpson cuando le da a la Duff. Se ha generado una confianza a la distancia que ya se había reforzado cuando me regalo unas lágrimas y una mirada perdida en mi despedida, aun abrazado a su abuela. Entre mensajes con él, seguí mi camino hacia un mirador del que me habían hablado. Las calles en subida complican un poco el traslados, aunque los autos,las diagonales y el  barro un poco mas. Nunca fui muy ducho en eso de cruzar la calle y créanme que las diagonales me la hacen mas complicada aún. No estoy escuchando la música tan alta en los auriculares un poco por eso, para estar un poco mas atento a los cruces ya que la mayoría de las veces tengo que correr. . Y eso que me gusta eso de escuchar música Made in  Marpla a todo volúmen por rutas desconocidas y tener que seguir un mapa para llegar a donde sea. Así como cuando cuando me presente en Río, frente a ese monstruo de de gente que viene y que va y el idioma complicaba un poco pero no tanto. Cuando Branco trabajaba, era el momento del mapa. Por suerte tengo buena memoria y al segundo día sirvió para llegar solo a la escalera donde Selaron multiplicó azulejos multicolores en agradecimiento a tremenda ciudad, sin presentar dificultad alguna.
Me paré en la esquina hacia la nada, con los autos volviéndose chiquitos en la ruta y ella se me volvió borrosa entre el color ocre y los arboles crecidos de costado, como si los hubiera agarrado un remolino de las puntas de sus ramas. Creo que el hecho de que no haya aparecido todavía hizo que la mente me la traiga en ese color. Mientras, el viento hace buñuelos con mi peinado, el paisaje hace un Black holes and revelations en mi estómago. Le mando una foto a mi hermano y el supone que el lugar es lindo. En realidad es una excusa, para buscar decirle de alguna manera que me estoy acordando de ella, mi persona preferida en el mundo. La que le puso el titulo a este relato en su último mensaje, que leí mientras que el 41 no hacia mas que esquivar autos por Luro, conmigo como único pasajero.



*Black holes and relevations: Disco de Muse que produce una mezcla de sensaciones absoluta



lunes, 2 de mayo de 2016

Sentirnos extraños

Hoy voy a escribir sólo las cosas que me gustan porque no se si en realidad quiero escribir... Me gusta ver el mar, que el 53 gire con velocidad en la rotonda de Constitución cuando voy a lo de mi vieja, ver jugar a Luca y a Walter, que Malen sonría, que Santi se esté convirtiendo en un adolescente pero demostrando sentimientos en vez de bronca, irme a dormir escuchando Aristimuño, que Fran me escriba para ir a ver las olas mientras tomamos mate... Bueno, esas son un par de cosas que me gustan, siento que si sigo puedo llegar a escribir casi una versión bizarra del tema de Manu Chao, "Me gustas tú". También la sonrisa de la del peludito, me hubiera gustado decirle que la voy a extrañar mucho, como nadie. Que ayer y hoy no hice más que pensarla, y que en todo eso que siento creo tener algo a mi favor que es que estos días fueron los que más la extrañé. Ese termómetro que significa extrañar a alguien marcó rojo furioso. Creo que es imposible tener otros días así. Eso es lo que creo que está a mi favor. Con esto no quiero decir que no la extrañe. Ayer sentí que cuando salimos del bar con Fran, el día estaba igual a cuando salí con ella la primera vez, incluso era el mismo bar y también era domingo. Se lo comenté a Fran y me dijo que no pensara más, también me dijo lo mismo Sebas el otro día. Sebas siempre sabe un plus más que nosotros y a veces siento que no lo suelta para no herirme. Que descanse, que tengo que viajar. Sólo le dije una cosa más, que no me animé a decirle que su amiga a la cual ella aprecia mucho no me parece una  buena influencia, y yo en eso de la intuición no fallo. Así como esos viejos de antes que se sentaban en los bares y con sólo ver pasar a las personas ya sabían que historias traían estas dentro suyo, pero ya está. Aunque vieron que de esos viejos también está la versión berreta, los que no saben de intuición como los que si saben, terminan siendo los viejos chusmas, usando las camisas abiertas hasta la panza, mostrando la cadenita de turno, cuando los viejos que saben usan esas musculosas blancas. Creo que los viejos chusmas emulan a Cacho Castaña, que vaya a saber porque, calienta de tal modo a las minas arriba de los 50, a pesar de tener tan mal gusto con la ropa y suponer que anda con mil minas más que las quinientas que supuestamente anda. Respecto a esto, uno de los chicos de mi grupo de amigos sentenció: "Nosotros somos unos boludos, cuando de verdad nos gusta una mina, dejamos todo y no queremos ver a nadie más que a esa. Pensamos que le gustamos a la mina tanto como ella a nosotros, pero en realidad no le movemos ni un pelo. Por eso estamos solos". Cambiamos de tema, caminamos las pocas cuadras que separan el bar de mi casa entre el frío y cerramos la conversación. Subo las escaleras y me acuerdo de mis días en Santa Teresa donde subía no se cuantas por día. Una de esas noches creo que pasó algo así.
Vamos sin rumbo, con nuestro paso bien lento. Hay un mundo de gente que viene, va y se habla en voz alta. Así como a las ferias que mi vieja me llevaba de chico, buscando ofertas para que nuestro domingo sea un poco más decoroso. Ya pasó la medianoche y anduvimos bastante en el día. Decidimos entrar a Boemiabar o Barboemia, no recuerdo bien el nombre y así, sin h. De eso si me acuerdo. Tiene el estereotipo de bar yanki. Adentro está tocando una banda de covers de unos señores bastante grandes, que el del bajo sería la envidia del Tío Sam, es igual, pero mucho más joven. Suena "Rock and Roll & Nite" lo que a mi entender es el "Break it all" yanki (si alguno no conoce el tema, teclee en el iutuv, es de los Shakers, unos uruguayos que ayudaron a crecer nuestro rock nacional) y todos agarran un instrumento imaginario y hacen que siguen el tema. Me apoyo contra la pared con una cerveza en la mano, tratando de hacer descansar a mi zapatilla derecha que acaba de romperse. Adentro somos pocos y afuera muchos. Son 40 grados que hay que bancar de alguna manera y nosotros chusmeamos un ventilador de pasada y nos metimos ahí, bien al lado. Es de esos grandes, de los que Don Campo tenía en la carnicería y le hacía dar el viento a la carne que tenía colgada así las moscas no se le acercaran y supongo, durara un rato más. Me parece que el Uruguayo agarró el bajo, Branco sostiene una guitarra y Gusta se quedó ahí afuera, en un banco, onda batero a la distancia. Yo imagino a mi viejo bailando como el baila. Con las manos en pose como si tocara el piano, sea el tema que sea. A propósito de los temas, hace un tiempo, saliendo de Miramar, previa parada en El Rey del Chipa, ella me preguntó cuál era el tema que más me gustaba de todas las bandas que escucho. Le dije que Mitad del viento, de Altocamet, y que además me hacía acordar a ella, aunque Somos tornado también lo hace, más cuando la guitarra se vuelve espacial. Sonrió y cambió la mirada. Yo ahí empecé a suponer que algo estaba girando y no a mi favor. Yo veía venir el remolino como un boxeador la trompada del knockout. Tuvo actitudes que hizo que nos sintieramos extraños. Alejados. Lo tome como una advertencia, se lo dije a Fran y a Sebas. Y nos quedamos callados, como si supiéramos algo que nadie quisiera decir. Pero creo que lo hablaremos hoy. Ese día fue el último día que la vi izando su pelo con una sonrisa. Para dar paso a los días en que me vi triste, viejo. Así como voy subiendo la escalera de mi departamento en este momento.

domingo, 27 de marzo de 2016

El viento

No me animo a preguntarle por su esposa. ¿Vivirá? ¿Estará separado? ¿Es viudo? No la nombró todavía.
Santiago me cuenta de sus hijos. Por lo que dice, intuyo que les va bien. ¿Qué pensaran de él  que a su edad está a cargo de un hostel rodeado de jóvenes? Ojala que piensen bien, por el momento no creo que tengan algo malo que pensar. Lo veo como un transgresor frustrado de joven que recién ahora puede hacer de grande lo que quiso hacer de chico. No hay edad para sentirse bien con uno mismo y es lo que exactamente está haciendo.
Hoy para el desayuno preparo budín con puré de papas. El puré está ahí, adentro de la cocción. Nunca había comido budín con puré. Me gusta. Es una receta de su padre de sus desayunos en Málaga.
Todos lo respetan, todos quieren hablar con él. Para mi ventaja, creo que soy su preferido. No es que el ego se me haya subido a las nubes, pero habla con todos pero a mi me busca para hablar y mostrarme un poco su música. Imagino que todos los días se siente entrando a la cancha con la 10 en la espalda, que encima le caen papelitos rojos, negros y blancos de una hinchada feroz y enamorada.
Le pregunto. Me dice que falleció. No entiendo por qué pregunte. Me siento un estúpido, no se de que hablar. Le hago una broma y nota mi nerviosismo. Me dice que todo lo supero y que no debería hacerme problemas. Entonces me cuenta de la manera que la enamoró. Me sonrojo, ojalá se me ocurrieran las cosas que se le ocurrieron a él. ¿Cómo no iba a enamorarse?
Quiero ser su alumno., Lo escucho con atención. Según el, luchó mucho. Me da esperanzas en medio de risas. Hacemos una pausa y me reta diciéndome que como rápido, “como porteño”, que acá no me apura nadie. Mi comida es un desastre: salchichas con arroz, sin mayonesa. Alguien olvido unos condimentos que ahora hago míos. Le cuento de mi error en medio de una botella de vino con mi viejo y los chicos riendo. El clima era ideal y quise contárselo, decirle que me gustaría que este acá al lado, comiendo despacio como lo hace, acomodándose el pelo.Tomé valor en clave talibán y lo hice y como todos estos días, no contestó. Acepté el mal trago, un sorbo mas de vino, el error también. Pasaron las horas y el tiempo no hizo mas que acentuar mi acto fallido. Vaya la indiferencia reinante entre sus manos. Ojalá no le pese algún día, pues deberíamos hablar de manera urgente. Pero no ha dado señales.
Suena un jazz que derrite corazones, y entre todas esa notas vuelvo a la charla cuando escucho: “Yo no se bailar pero la invite al baile igual, de pícaro. ¿Ella baila?”. Le digo que si y muy bien, es muy fresca, no puede o hacerlo.  “¿Cuantas veces aparece en tus escritos?”.
“Creo que seis, pero estoy con un personaje imaginario ahora, algo mutante, aunque basado en mi mascota. Algo o alguien que no conozca demasiado, sin sentimientos capaz,  como ella en este momento. Empecé a imaginarlo por ahí, ahora estoy tratando de descubrir que hace, que come, que música escucha, si tiene padres, hermanos, amigos y así.” “¿Mutante? Que setentosa imaginación tienes. Pensé que se habían acabado en esa época, me deja tranquilo que eres moderno y pueden resultar tiernos o a lo sumo simpáticos”.
Me acerco a la ventana y sigue como todo el día: lluvia, de esas que parece a baldazos. Tomo un mate que quema mi garganta. Pensar que el ayer Malen andaba caminando sobre la vía con un sol tenue. Caminaba sin dejar que las piedras toquen sus pies, manteniéndose en el camino, ayudándose  con sus brazos para no caer como si fueran las alas de esos aviones que con Sebastián íbamos a ver aterrizar los domingos. Los veíamos aterrizar subido a los rieles, cayendo la tarde entre la nada y la ruta de por medio. Mi hermano la retrató, ahí justo en el momento, planeando, cerca de su casa, a unas cuadras de la estación de trenes. A diferencia de nosotros, caminábamos un poco por las vías y otros por las piedras. Mi vieja en esa época me compraba unas Converse negras que parecían invencibles. Colegio, partidos, vías. Me llevaban por todos lados. Subía a la vía porque me empezaban a doler la planta de los pies. No eran muy gruesas que digamos. Sebastián siempre andaba con la remera de Boca, de esas que en esa tiempo había de todos los equipos, con el mismo modelo. Traían los campeonatos y copas ganadas escritas en la espalda. Siempre lo recuerdo con esa remera y un pantalón naranja. Nos quedábamos parados ahí hasta ver el aterrizaje. Cuando veíamos que el tren se nos acercaba, le poníamos 3 piedras por riel para que las rompa la locomotora con sus ruedas. Nunca poníamos más de tres porque teníamos miedo de que si poníamos alguna de más algo pasara. ¿Se puede decir que hacíamos travesuras con un poquito así de chiquito de sentido común? El momento de ver romperse las piedras era también el de nuestro festejo. Dudábamos si ese ruido que nosotros escuchábamos de afuera también lo sentían los de adentro. Pues si así era, suponíamos que debía ser muy irritable, así como cuando hoy suena la alarma para levantarse e ir a trabajar.
Mi alarma para despertarme es un tema que puede resultar algo fuerte (tampoco creo que tanto), no me roba atención y me lleva a cerrar los ojos en la oscuridad, apenas alumbrado por las luces azules del edificio que da atrás de mi departamento. Es de Mi Amigo Invencible (Edmundo año cero) .Es tal vez en ese momento el que quieren empezar a salir mis ideas de revolución, lo cual en este momento no es poca cosa, pero debo destacar algo, siempre que empece con ese vuelco en mi cabeza, me olvido de todo. Esta vez no. Créanme que la pienso, y se siente bien, aunque raro a la vez. También hay rastros de miedo. Las persianas siguen algo bajas, aunque las tazas de te ya no son tantas y los escritos tienen otro tono. Los libros al sol se sonrojan esperando por mis papeles en el medio de sus hojas.Me tiran un guiño entre sus lineas y ya han aceptado que siempre aparecerá el mismo nombre.No se mucho de ella, pues ha puesto una distancia de hierro y hielo. apenas cruzamos un saludo tímido la otra vez y cuando quise hablar, su mirada bajo casi inconsciente. Y eso que su mirada es una de las mas lindas que se me han cruzado. De ojos raros, con algo de negro alrededor. Vuelve dulce todos los colores tenebrosos.
Santiago me pide no repetir imágenes que me quede solo con una. Que me cuando nombro a Malen mi cara cambia. Me lo ha dicho ella también. Entonces miro su foto planeando. Sonriendo, abrazando. Esquiva las piedras. Las piedras no sienten, nada peor que eso. El amor es para valientes, lo demás es mentira. Que se aleje, que vuele sobre ellas, dejándome ser parte de su viento.

jueves, 25 de febrero de 2016

El desvelo

Lucho vino a cortarme el pelo y se dio con unas fotos en mi mesa. El loco siempre anda de integro negro a pesar del calor. Yo estoy más que en otra y soy un anfitrión colgado y austero que ni siquiera le invita un vaso de agua. Entonces me lo pide, pido disculpas por mi cuelgue y preparo unos mates. El siempre supone que si estoy en un estado que no es el de siempre, lo es por mi trabajo. Conoce bien el lugar, por eso siempre lleva para ese lado su pensamiento. Me pregunta si no quiero volver al corte que tengo en la foto, que ahora volvió y que capaz me había adelantado a la época. Le digo que no, que el que tengo ahora me permite no peinarme hace como unos 3 años y está bien. Que me gusta que el jopo se me vuele, así como cuando Altocamet en ese temazo que es “Paciencia” le canta a la chica que le gusta, “ansío tu viento volando mi peinado”, formando una imagen extremadamente marplatense y de cariño, trayéndome a la cabeza alguna que otra tarde de costa con la del peludito color uva. El corte es de algunos unos años atrás. Elogia el pop que inunda las fotos, dice que parece la de esas bandas en crecimiento con un poco de bombo de la rolineston y voces súper editadas. Y también que le parece conocer a la chica que está conmigo. Le digo que es muy posible que la conozca porque Loló es de esas personas que vive en la calle sin ser indigente. La foto es un poco lejos de casa. La sacó ella después de una situación nada cotidiana. Se estaba fumando un porro, bueno, en realidad un par, y tenía un par más en la mochila. Sus primeras cosechas no habían sido de las mejores, por lo que los olores despedidos no eran más que eso, olores, pero les puedo asegurar que de los horribles. Un patrullero paró frente a nosotros y nos pidió que nadie tire nada. Que se lo diera y estaría todo bien. El policía bien flaco y con gel en el pelo a lo futbolista de la B, de los que juegan en esos equipos con la camiseta con propagandas que van desde una fiambrería hasta el kiosco de diarios, tomó el porro a medias y pidió más. Loló saco uno más de la mochila y ese fue el arreglo. Resulto ser un yonki. Muy de película yanqui pero flaco y sin donuts en bolsa de papel madera. Luego saco su cámara, fiel compañera de su andar y nos retrató. Yo tengo puesto un sweater al que quiero mucho. Hace poco encontré unas fotos donde estoy en el Jardín Japonés con lo mismo puesto, se ve que le di uso. Después nos paramos y nos fuimos para su casa, compramos algo para llevar y unas papas con extra de aceite quemado que las hacen más ricas en una parri al paso de Alvarado y Dorrego, por ahí, cerquita de donde vivía con su madre.
Hace mucho que no hablo con ella. Su viaje a México nos ha distanciado un poco, pero creo que nuestra amistad sigue intacta. No sé cuál será la diferencia respecto a donde está pero las veces que me escribe, lo hace tipo 4 am y me cuesta contestar. Apenas los leo. A veces me rio de las cosas que comparte en las redes sociales, en unas se va al pasto y en otras tantas me hacen pensar que ha cambiado un poco. Se oculta tras fotos con frases como “seré feliz siempre sola o que algo increíble solo podría interferir en su viaje de independencia”. Sin quererlo, me he dado cuenta que la del peludito color uva también lo hace. De hecho yo también lo hice alguna vez. Y tarde me di cuenta lo bueno que es compartir sin temores. Pues había empezado a hacerlo tras una charla con Martin a la distancia.
El me aconsejo que pruebe por 10 minutos en pensar en nada y que actúe sin temores al después. Que me sentiría bien y que según él, era lo que me faltaba para hacer un poco completo. Martin es de esos amigos que jamás te va a tirar una pálida, te quiere y no va a haber reproches en su discurso. Pero si tonos de vos de esos que te dicen…”¿Cómo vas a hacer o decir eso?” Le tiras una piedra y el tipo te la quiere devolver redonda. Ojalá no lea esto porque es habilidoso con la pelota en los pies, debo reconocerlo, pero también le alimentará el ego para alguna que otra cargada más. Y digamos que de ahí empecé a soltarme con la del peludito. Entonces a veces tengo ganas de decirle que pruebe con el plan Rivero que al parecer resulta, aunque Rivero carga a veces con el pesado mote de mufa que alguna vez describiré – escribiré. Que me ha cuidado mucho este tiempo, que lo ha hecho muy bien, pero que no tenga frenos, pues no hay motivos. Los tiempos nos han presionado con una sobrecarga de responsabilidades, es verdad, pero bien, aquí estamos para dar vuelta la historia como siempre nos planteamos. Que esta parte la habíamos hablado y el tiempo empieza a aparecer. Que estas noches no he dormido bien, pues la extraño. Que espere sus
mensajes de siempre pero no llegaron, que los sigo esperando y mi actitud es optimista, pero a veces muy realista y me caigo. Ha estado poco tolerante conmigo. Pensar que cuando me conoció me tildo de gavilán, ¿que pensara ahora que me tiene tirado al sol pensando en ella? Que ya no me apoyo en mi hermano como antes y eso me hace más difícil los papeles. El otro día nos volvimos caminando del Once Unidos y pudimos hablar un poco. No tuve tantas devoluciones como de costumbre porque creo que él siempre pensó que no necesitaría a nadie, ni siquiera a él. Y yo le salí con que necesito a una persona, que, muy importante para mí, ya la conoce. Eso le puede haber resultado un baldazo de agua fría, hielo y un poco más. Solo me miraba y yo cambiaba la mirada porque no me quería caer, y menos después de un tiempo de que no hablábamos en serio. Pero le dije que descargo en la música y los lápices junto al café de antes de dormirme, aunque el café no tenga el mismo gusto sin su buenas noches. Me duele que a veces no conteste mis mensajes, mas sabiendo que nuestro andar ha estado lleno de respeto y una envidiable energía. Yo solo quiero volver a buscarla en el juego para encontrar lo nuevo.
Estoy intentando distraerme. Me divertí poco en este lapso, creo que solo el día que fui a ver una banda que tributea a los Beatles en un bar que queda ahí nomás de la plaza y ahí nomás de mi casa. La versión “The ballad of John and Yoko” ya me había caído más que bien, a pesar de que a los que nos gusta The Beatles, poco nos puede gustar algo que una a John y Yoko. Justo llegue con Leonard White (que me lleva a nombre de capitán de barco) cuando sonaba ese tema. Hubo sonrisas picaras y agudos incluidos en “Papperback writer”, ya que si bien escribo, no quisiera ser escritor y mucho menos creerme profesional, pues está a la vista. Me solté casi en el popurrí final cuando algunas cervezas ya habían pasado entre mis manos y  tocaron “I wanto to hold your hand”, lo cante con ganas y lo baile de la siguiente manera: cada dos golpes de la batería del falso Ringo, me balancee para un lado y para otro, las manos abiertas de modo bien 60 moviéndolas con un 30 por ciento de lentitud. Era el paso justo. Y me la imagine ahí al lado mío, riendo.
Hace unos días me junte con Diego, un tipo que me conoce de un laburo en mis años de niño mimado y con proyección. Siempre analiza a la persona antes que el trabajador, y si bien no estoy trabajando con él en este momento, ya casi falta nada para volver a encontrarnos. Le da más tinte que te está examinando porque tiene algún que otro rasgo oriental en la mirada. No sé si alguien lo apodará “Chino”, pero si se lo dicen, no está mal. Mientras tomábamos un cortado frente a la Mitre, me definió como que ando con el espíritu perdido. Que mi energía estaba doblada y que no enfrento las miradas. Que el animal asesino que siempre lleve adentro está dormido y bien echado.
Algo muy particular en mí, porque aprendí a recibir lo bueno y lo malo (cursos mediante) mirando a los ojos. Es obvio que me gusta recibir más lo bueno que lo malo, pero a lo malo me da menos vergüenza porque me hace trabajar la cabeza en una respuesta decorosa. Entonces le dije que no había pasado bien a segunda parte del mes. Que habían sido dos semanas de terror. Que como quien no quiere la cosa, sentía que se está dando vuelta la historia que más me gusta. Que me absorbió el trabajo y que no había podido hacer lo que a mí me gusta, tan simple como eso. Que mis mañanas ya no empiezan con mensajes de la del peludito sino con malhumores y practicas desafinadas de los principiantes en las clases de violín que da mi vecina. Que quiero que vuelva eso. Que solo este tiempo nos ha distanciado y que no solo es más que eso, tiempo, el mismo que ahora empezamos a tener y debemos aprovechar. Que no quiero ponerle presiones, pues no las necesitamos. Que me encanta su independencia, que eso es una de las cosas por las que la elijo, pero que dentro de esa independencia esta bueno ser acompañada, porque nadie puede solo. No existe el ser autónomo. Y si bien ella tiene a su incansable Chica de los patines al lado, yo puedo ser un apoyo, algo limitado, pero apoyo al fin de su andar. Que me derrite si trae las uñas pintadas o me sale con chicanas de la nada. Que extraño esa ida y vuelta que me sacaba sonrisas en cualquier lugar. Que no me importa que haga catarsis de su trabajo conmigo. Que con tal de hablar con ella, es lo de menos.
No pretendo más que eso, ni siquiera colarme en sus momentos de tranquilidad. Ni agobiarla con un futuro encantador. Me hubiera gustado compartir de mejor manera que bueno, cambiaré de trabajo en unos pocos meses, por uno nuevo lleno de incertidumbres pero también de oportunidades. Que fui a conocer el lugar y en el depósito hay una caja de madera de Cinzano, muy antigua, que tiene rota parte de la tapa y que se pueden ver que las botellas son de antaño. La caja es muy de película antigua, de esas que cargaban en los carros tirados por caballos. Que la pondría asi, sucia como esta, arriba de la barra. Si alguien quiere hacerse el vintage, que venga y compita contra esto. Que tuve ganas de mandarle una foto de ese cajón, pero desistí. Que ya tengo un montón de nuevas ideas que quiero mostrarle, porque su opinión es sumamente fina y llena de buen gusto. Que también este jueves leerán uno de mis relatos en un encuentro indie de música, poesía y algún que otro cuentito o relato. Que alguien leyó el blog y quiso que formara parte, entonces le mande los 3 que me parecían más acordes a la situación y saldrá a la cancha uno que todavía no tiré al mundo virtual, que se llama “Con el número 34 en la espalda”. No me gustaría llamarlo inédito ni nada de eso, pues cargaría con un peso terrible. De hecho, buscando ese, encontré el “demo” de “Los chinos”, que me parece que me gusta más que el publicado y a la vez, me dieron ganas de sumarlo como eso, un lado B. Que me gustaría que esté presente este jueves pero últimamente las invitaciones quedan ahí en el aire. Y eso ha empezado a afectarme en mi estado de ánimo. Entonces no le dije nada y disfrutare del momento acompañado por gente que ni conozco, pero apelare a mi rasgo de ser sociable. Me pondré una camisa nueva a la que ella definiría como “muy vos”, pensando por dentro que ojalá no me la ponga para salir con ella.
Yo soy esto y es lo que va a encontrar, compañía en días de sol y de nubes, pues no debe alarmarse en este tiempo que no estuvimos abrazados. En días donde los colores son vivos, como los que abundan en casa o si tenemos de esos en escala de grises. Le he puesto todo al alcance de la mano para que nada lleve a conclusiones erradas. Tampoco mis amigos son de los que incitan a que si no veo a alguien a que no la vea más. Las pendejadas por suerte han pasado hace tiempo. De hecho, me preguntan explícitamente sobre ella en alguna que otra ronda de cervezas nocturnas. Hablando con Fran, me preguntaba si lo del viaje seguía en pie, en eso de compartir unos días por ahí. Le explique que debido al momento era mejor no ofertar nada por ahora.  Entonces acá estoy, medio hundido, con un poco de miedo por lo que laboralmente se me avecina. Con un par de sueños rotos por los años pero créanme que sus abrazos tienen destellos de sol de otoño la plasticola más linda que haya tenido de chico. Me junta y me moldea. Que le soy todo lo sincero que puede ser una persona. Que no estoy enojado ni nada que se le parezca. Que en cada cosa buena que me pasa, es de lo primero que me acuerdo.   Que me gustaría encontrarla así como cuando bajo y está ahí. Riéndose, tapándose la cara porque sus mejillas se desbordan de risa y su pelo mambea para todos lados, poniéndome caras. Que le haga calor y mueva así  las manos y la frente le empiece a arder, que me cuente que transpira el pelo como su hermana. Que me diga que me quiere ver nuevamente. Que me diga que seré su cita de los sábados. Que me diga que el martes dormirá conmigo. Para volver, como dice Gustavo, al origen del principio.


viernes, 22 de enero de 2016

La Mujer Carpincho

Mientras decidíamos la hora en que tomaríamos el colectivo, yo andaba comprando unas manzanas, una lechuga y algunos tomates para preparar unos sanguchitos que nos dieron base para nuestra salida. Siempre compro en la esquina, a unas cuadras de casa. Me gusta un poco mas cuando entro y no hay gente comprando. No de impaciente o apurado, sino porque las viejas del barrio no tratan del todo bien a los que venden ahí. Las viejas de mi barrio son bastante ventajeras. Como algunos en mi trabajo y alguna que otra persona cercana mía. Las viejas de mi barrio compran de sandalias altas y sonrisas acartonadas, así como cuando yo me olvido las medias usadas del trabajo en la mochila por algunos días. Deberían ser mas amables con los que atienden, estos no son de los que suman mentalmente y te dicen lo que tenes que pagar sin anotarlo en ningún lado. Alguna vez habría que terminar con esa mafia de verduleros. Salir a comprar así hace que el barrio pierda la esencia, aun estando no del todo en sobre la costa. Generalmente salgo a comprar con lo primero que encuentro, lo que alguna vez me lleva a generar alguna que otra combinación inexacta. Adentro hay una nena jugando en el piso, que se ve, que por los rasgos, debe ser hija de algunos de los que atienden. Un tele prendido en un programa de una mina que jugo a ser vedette y ahora juega con los pibes, me hace recordar que en el mio se ve igual de mal y un gato al lado de los maples de huevo completan el panorama. Mientras me tiro unos mensajes futboleros con Lucas, le aviso que tengo todo y que solo resta esperar que sea la mañana siguiente para tomar el colectivo que nos lleve al sur. Nuestro plan es bien simple y siempre lo sera, al sol todo es mejor. Así empiezan nuestras mañanas de ciencia ficción. La verduleria queda a unos metros de la casa de Preto. Preto es un loco del laburo. Ni siquiera es morocho, pero le digo Preto. Al contrario, tiene un rubio de mezcla que viene de el y cloro de tanta pileta. Una mezcla entre un actor hollywoodense y el Checho Batista. El que calma a las fieras cuando la cosa se complica. Cuando la mano viene pesada, mis palabras son: “Preto, sali a calmarme a las fieras”. El encanta con los sonidos mientras sus manos se deslizan en las teclas. Baja la ansiedad de todos, incluso la mía. Alguna versión beatle en piano salida de sus manos mas de una vez me hizo trastabillar el pulso. Se siente lindo. Ayer estuvimos hablando un poco. Estaba Preto, El Ninja y yo. El Ninja es otro del laburo, le decimos asi porque entrena Jiu Jitsu, pero para nosotros si haces alguna arte marcial pasas a ser ninja automáticamente. No distinguimos especialidades. Es mas, te imaginamos con traje y tirando estrellitas de manera descomunal. Carga con el récord de una pelea perdida, pero para nosotros es invencible. Los tres andábamos medio con mal de amores, y coincidíamos en que el hombre también necesita de cierta atención. Cosa que seguramente hace algunos años atrás jamas hubiera salido de nuestras bocas. Preto cruza las piernas de modo masculino sentado frente a El Ninja, pose totalmente opuesta a mi que las cruzo en modo femenino, como chica con pollera corta. Yo estoy parado apenas unos metros, balanceándome sobre la pared, con las manos detrás de mi cuerpo. Preto nos cuenta que su hijo salio anoche, que le asusta la edad y sus inicios en la exploración sexual. Entonces se frena y cuenta del que según dice, fue su primer acercamiento sexual. Estaba en la cola del Italpark, por entonces, el vivía en Capital. En la cola para el Zamba, había una chica algo descompuesta, que no tuvo mejor hecho que empezar a desvanecerse sobre Preto, para este sentir que algo estaba cambiando. Recuerda que tenia una pollera como la de los colegios privados. Que se avergonzó entre sus nervios y olor a semen. Que se tomo de inmediato el 106 que lo lleve a su casa para limpiarse y también para recordar.
El colectivo tiene algunos asientos vacíos, lo que hace que estemos ligando de movida. Una señora que no deja de hablar por celular, fuerte y a los gritos, nos pone en aviso que el comienzo fue fácil, pero que deberemos soportarla a lo largo del camino. Saca los trapos al sol, como para colgarlos en la ventanilla, tal como los programas esos de la tarde donde importa mas que tiene puesto uno que en lo que realidad es. Lo mas bananero, explicitamente hablando, de los medios.
Le dejo el asiento del lado de la ventana, porque su abuelo siempre dice que “la mujer debe ir sentada del lado de la ventana y en la calle, ir del lado de adentro de la vereda”. Yo tome nota de lo que me contó y cumplo con las sentencias ancestrales que arrastra.
Es temprano y hay poca gente en la costa, casi que es toda para nosotros, pero como el sol al parecer no dara tregua, en un rato seguramente estaremos rodeados de gente. Caminamos con rumbo mas al sur, para el lado del muelle, ahí donde la gente saca los celulares y las cámaras. Dejamos algunas calcos de Lluvia de Pastelitos pegadas de manera que alguien pueda verlas.
En el muelle ya hay algunos pescando, baldes tirados, la pileta que da a la punta, con algunas manchas de sangre ya que a veces la gente descabeza ahi los pescados que saca del mar. Del otro lado, mas desorden. Se saca el abrigo porque ha subido el calor. Se queda en calzas y una remera azul. Compramos unos cubanitos mientras vemos como las olas van y vienen, algunas con furia y con ganas de romper de una vez las barrancas que algunas de ellas fueron comiendo de a poco. Encaramos hacia el bosque, porque aca queda todo a mano, mar y bosque. En principio, tomando un atajo incorrecto. Mi idea de acortar camino al parecer no resultara. Entonces la distraigo hasta encontrar una idea mejor. Las palabras de su abuelo ahora me resuenan como que debe acompañarla un hombre que sabe de donde viene y a donde va. Y por este instante bien podría decir que estoy algo perdido.
Los arboles nos reciben asi de altos, con todo el verde de la primavera que nos refresca luego de caminar por algunas horas. Ella pasea en su traje de carpincho, descalza. Envuelta en espinas que a veces no me deja descifrarla. Usamos nuestras mochilas de almohada y vemos desde abajo como los arboles menean sus copas. Avergonzados, se esconden de su luz moviéndose de aquí para alla. Puro ritmo y sustancia. Le digo que estos dias anduve escuchando algunos discos que traía atrasados y leyendo algunas poesías de un libro que anduve rastreando en una compra – venta cerca de casa. Me dice que después del trabajo tengo que dormir y no quedarme haciendo eso. Me lo repite siempre. Me cuenta de sus miedos y le cuento de los míos. Creo que nos faltan mas días así. Juego con algunas ramas entre mis manos. Se abre, se tira sin paracaídas. Quizás el viento que esta surgiendo este ayudando. Quiere sacarse su disfraz de una vez, pero hoy al parecer no le alcanzara el valor pero si el estar compartiendo.Y eso es demasiado. Hablamos de manera que si tuviéramos que mentirle a alguien, no seria a nosotros. Tengo ganas de hacer todo, incluso pelearme, solo para demostrarle que tengo ganas de todo lo que nos dijimos recién. Así son mis ganas de todo. Quiero mirarla a los ojos otra vez antes de que sus parpados se cierren. Que el viento no se lleve las palabras.Que ahora si, que lo ha escuchado todo, cierre los ojos y sus labios pintados.