domingo, 28 de junio de 2015

Chica de Oro - Capítulo 6 - Suena a Trueno

Han pasado tres días y decido salir. Me pongo las zapatillas, un short y la camiseta de Rondo. La 9 de Boston me quedo un poco vieja ahora que Rondo paso a Dallas, pero en realidad me gusta él y no el equipo donde jugaba. La camiseta es reversible y puede usarse del lado blanco o del verde. Tengo un par de fotos en un museo con esa camiseta. No deben asustarse los puristas, un tipo con camiseta de basquet en un museo suena raro. Tal vez de tanto que lo repiten mis amigos, un poco lo sea. Pero no creo. Le digo a Martín que se apure, que me levante con pilas hoy y quiero ir a tirar un poco al aro.
Llego a la plaza justo cuando se esta armando un partido. Hay un par de LeBron James, un Campazzo y un Derrick Rose. No conozco a nadie y los que eligen, al parecer tienen alma de líder o al menos pienso que deben jugar bien. Noto que estoy en problemas, soy uno de los mas petisos. Me toca con un James y uno de remera de los Suns. Hay un lindo sol y yo trato de irme para el lado de la poca sombra que hay para el ataque. Agarro la primera pelota y encaro. Va adentro y así, las primeras cuatro. Una con acrobacia a lo Rondo incluida que saca un par de aplausos. Siento que el de ESPN me hubiera declarado "oficialmente encendido". Aprieto el puño, me siento un NBA. Miro a Martín que está sentado al costado de la cancha. Se agarra la cabeza con la ultima jugada y hace señas como si algo quemara. Y caigo ahí, en ese instante. Pienso en Chica de Oro. Automáticamente quiero que Martín se convierta en ella y vea lo que hice. Me había olvidado por 5 minutos. Y me caí. Y no tiré más ni defendí. Un gordo de medias tenis me golpea algo fuerte, me caigo y yo me hago el que me duele mas y salgo. Le digo a Martín que no puedo conmigo y que vamos a casa. Son 4 cuadras de silencio absoluto. Martín pica la pelota como para hacer algo de ruido y me dice que basta, que ya esta.
Siento que retrocedí. Mi celular esta embebido en mensajes de abrazos fuertes, invitaciones a mates y oraciones que terminan en te quiero mucho. No me puedo quejar de mis amigos. Loló me manda una foto. Me cuenta que ella se acuerda todos los días de mí porque tiene una foto nuestra en su habitación en la que estamos sentados en la plaza. Sé de cual me habla, esta buena esa foto. Me pide también que a pesar de que sabe lo que quiero a Chica de Oro, me quede en el molde. Y que me quede en el molde no es una frase menor para ella. Porque cuando por primera vez en sus 18 años su padre quiso acercarse, me dijo que no iba a permitírselo. Que iba a quedarse en el molde. Hoy tenemos unos cuantos años más y un par de historias juntos encima. Pero de ese día me acuerdo como si hubiera sido ayer. Estábamos sentado frente al edificio donde hoy vive solo su madre. Habíamos agarrado unas flores de ceibo y hacíamos pelear esas flores como gayos de riña hasta que una de sus capuchones se destruyera. El frío era terrible, bien de invierno, y en el medio largo eso. Tenia la cara colorada. La abrace y le pedí que no lo hiciera, que le diera una oportunidad. Pero se quedó en el molde. Tenía puesto un gorro rojo y unos guantes negros, porque a lo largo de sus años siempre tuvo un gorro rojo para los inviernos. No hay foto invernal sin gorro rojo.
Todavía no hablamos muy bien, pero ella, mi hermano y Martín fueron los primeros en enterarse lo que había pasado cuando me fui a las 7 de la mañana de la casa de Chica de Oro. Ahí empezó mi día de la fiebre. Cuando me acompañó a la puerta después de bajar seis pisos en ascensor sin mirarnos. Yo solo le corrí el pelo, le di un abrazo y le desee suerte. Sali a la calle cegado, aturdido, sin creer lo que había pasado. Pues si, decidió terminarlo todo y yo solo asentí. Nos habíamos despedido un dia antes y la relación no había mostrado signo alguno de decaimiento. Caminé a casa con el error de ir envuelto en música y que cada canción la traiga a mi mente. Santiago se convirtió en la calle mas larga del mundo. Y mi casa sería mi mejor refugio. Todo es un hermoso caos. Mi cabeza, una pelea en la YPF, abrazos de amor frente al boliche, puertas de taxi sonando a punto de romperse. La ciudad amanece como todos los veranos. Todo es viento y remolino.
Abro la puerta. Dejo todo como está, incluso nuestras fotos. Todo se volvió húmedo. Mis libros, mis discos, mis ojos. Busco respuestas en las letras de Toto, pero no hay caso. Él siempre esta como yo en este momento. Sabe vivir y disfrutar de la parte mala del amor, o al menos eso creo. Le daría este dolor para que siga escribiendo canciones lindas como lo hacía. Me siento en la cama y se viene a la mente un comentario que Chica de Oro me había hecho. Hace apenas una semana le había comentado a su amiga que era nuestro mejor momento y había decidido contármelo. Se ha vuelto inestable y vanidosa como cuando nos conocimos. Escarbo en eso y nada. ¿Dónde quedo eso?. ¿Cómo se fue tan rápido?. Entonces digo basta. Martín y mi hermano hacen silencio. Me piden que descanse. Yo traté de explicarles lo repentino de todo. Que nunca me había dolido tanto algo. Y que esta vez era así, fuerte, molesto. Un dolor que nunca antes había sentido. Que se me había metido en el pecho con sus palabras. Sus palabras sonaron a trueno en mí. Solo me dijeron que tal vez no habría explicación, y que tal vez no debería buscarla porque solamente me harían mal. Y algo me quedo latiendo. Otra vez la misma canción. Al día de hoy solo tengo un borrador de lo que pienso pero con algunas ideas subrayadas. Sé por donde viene la mano. Pero siento que esta vez  dejé la piel y debo cuidarme. Me engalano en la derrota sabiendo que hice todo lo que estuvo a mi alcance. Las palabras de Luciana advirtiendo que esto podía ser una posibilidad al volver a verla rebotan por todos lados. Que guacha. ¿Cómo la miro en la sesión del martes?. ¿Diciéndole que tenía razón?. ¿Pierdo contra ella también?. La derrota bien vendida no debe molestar. El contexto, si. Juntos dejamos un viaje y proyectos. Todo parece tan irreal que me da vergüenza hablarlo. Solo lo saben los de siempre. Y está bien. Entonces agarro mi música y me voy a ser como ella. Y me prometí no aparecer.

viernes, 12 de junio de 2015

Chica de Oro - Capítulo 5 - Los 12 Sonidos

"Con lo que dicen del amor y las canciones, no se como vivir". Suena Cosmo en mis oídos, hago mía la frase y la escribo en un papel . Me pongo los lentes y salgo al sol. Descubro que al principio de la canción hay una voz casi robótica que anuncia el clásico "Un, dos, tres" y me lleva al mejor regalo que haya tenido de niño. Una pistola con 12 sonidos diferentes de disparo. Ninguno convencional. Todos muy de película de ciencia ficción. Fue un regalo de Los Reyes Magos. No recuerdo si pedí eso pero estaba bien. La economía familiar en ese momento no entendía de pedidos especiales y nosotros, a pesar de ser niños, también lo entendíamos y nadie decía nada. Así que ahí estaba mi regalo. Debía pensar que tenía regalo y con eso me bastaba. La caja solo decía: "Pistola de 12 sonidos". Y para mí era uno más fantástico que otro. Le disparaba a los perros para que se asusten, a mis hermanos,a los pájaros. Era, digamos, una pistola moderna. Blanca y roja, con algunas luces. Con el tiempo se fue deteriorando, pero la seguí usando encintada y hasta con Poxipol.
Cruzo la plaza y la veo a lo lejos. Chica de Oro me sonríe y acomoda sus cuadernos. El pelo al sol se le vuelve mas claro. Mueve las manos como si tuviera calor. Recién salió de su clase de francés y tiene el acento fresco. Nos sentamos al pasto y tiene mucho para contar. Me gusta. Pasa una conocida y nuestro saludo es bien primaveral, sentados entre flores, con un copo de azucar en la mano. Somos el pop en pinta. Tiene puesto un cardigan gris y unas zapatillas en un celeste bebe que nunca se las había visto. Me cuenta que las compró en Brasil. Que las fundió allá y sin querer hoy las encontró. Abajo, una remera bien vintage. La misma que llevo el día que nos empapamos caminando por la Escollera Norte. Se largó a llover como llueve acá en la ciudad. Poquito tiempo y fuerte. Y como ya estábamos empapados, nos dedicamos a caminar. Ese día Llevaba también una mochila de niña y alfajores para el camino. Antes, nos habíamos perdido en una librería, como nos gustaba hacer cuando estamos juntos.
Nos reímos un poco de la desatención que tuvimos en un bar hace unos días. Esos bares que tienen mozos con cortes de pelo raro, pero que de atención entienden poco. Por suerte, entiendo lo básico del tema. Tal vez sean buenos en otra cosa, pues alguien debería sugerirles que hagan lo que les gusta. ¿Acaso los dueños de los bares piensan que un corte de pelo raro vende mas?. Martín alguna vez, con una cerveza en la mano, fijó la posición de que mozo con corte de pelo raro, atiende mal. Me dice que mi corte también es algo raro. Pero me río y le miento que soy la excepción. Me palmea y se ríe. Porque Martín es de los amigos que palmea con una sonrisa. Asi, medio eléctrico, como es él. Con su amor incondicional por Jaz a cuestas.
El sol está lindo pero debemos irnos, entonces me dice que esperemos porque quiere darme un abrazo. Me susurra en frances al oído y me abraza.
Siento como si ese trajín de sensaciones invernales hubiera sido una broma de mal gusto. Que estuvimos escondidos todo este tiempo para vernos con mas ganas. Pero todo lo anteriormente extraño trajo cosas buenas también y no debo ser ciego.
Pude ver que soy mas amigos de mis amigos, y que ellos fueron mas amigos todavía en el momento que ella se fue. Que algunas personas me desilusionaron, incluso ella también. Fue en abril. Raro, porque todos festejan los abriles y el mío no fue de festejo. Que Malén es de la raza de mujeres fuertes y bellas. Que una persona en la que yo confiaba mucho resulto ser la mas superficial del mundo, tal como mis amigos lo habían advertido.Que mi hermano ya no es mi hermano sino muchas cosas mas. Tal vez mi lazarillo, pero no quiero que sienta la presion de ese título. A veces me gustaria compartir mas con el pero nuestros horarios son bastante complejos.
Decidimos quedarnos un poquito mas y me pregunta por mi padre. Le digo que esta mejor. Hace unos días murió su hermano y tuve que darle la noticia. Nunca había dicho algo asi. Tampoco se porque tuve que hacerlo yo. Al darle la noticia lo vi chiquito. Y eso que mi viejo es un tipo grandote, de los serios pero sin bigote. Por un momento cambiamos los roles, tal como a el le gustaría. Sobrio con la ropa, hablando como hablo en mi trabajo. Y yo lo vi sentado ahí en mi departamento. Recibiendo todos los sonidos juntos, con las zapatillas tenis de todo hombre grande. Haciendo como que nada le dije por el orgullo de no soltarse delante mío.Pero no le reprocho. Uno se suelta con quien se siente cómodo. Mi casa se volvió fría, silenciosa. Se paro frente al ventanal y miró hacia afuera buscando una respuesta. Yo me que de atrás de él. Le dije que todo estaría bien y que deberíamos sacar su pasaje ahora para que pueda despedirlo. Sus únicas palabras fueron, " Vamos al médico". Bajamos la escalera despacio y el momento fue tan tenso que hasta el eco de nuestros pasos nos ponía mas incómodos todavía.
Si bien nuestra relación es estable, no nos llevamos como deberíamos, creo. Si bien que sigamos creciendo nos esta jugando a favor, distinto es el tema con mi madre. A veces pienso que ella hubiera sido la mujer ideal de muchos, tal vez todos. Pero mi viejo tuvo la suerte que sea la de él. Nunca logre que entendiera de que a mi edad, el vivía en otra época. Con todas las virtudes y consecuencias que eso conlleva. A veces me reclama cosas que nunca voy a ser. No voy a ser porque no las siento.Y no hay nada peor que hacer cosas sin sentirlas.
Por eso en invierno sentí que era la ultima vez que debía escribirle. Y sin intenciones ni quererlo, despertó. Y Chica de Oro escribió cosas que nunca pensé. Y yo le pase algo de lo que había escrito sobre ella. Nada era bueno, pero decidí mandárselo. Tardó unos días en contestarlo. Tal vez la digestión de las palabras tarden un poco más. Le cuento a Loló a la distancia y me dice que si, que lo haga. Que me guarde las palabras que le dije. Que ella seguiría haciendo de cuenta que nunca las escuchó. Que ahora la tengo sentada al lado y disfrute. Me dice que ahí tengo las palabras que quería leer y ahora puedo escuchar. Que las aproveche. Que me guarde bien adentro, en el costado izquierdo el "Volví por vos". Que la escuche. Que escuche sus 12 sonidos.

viernes, 5 de junio de 2015

Chica de Oro - Capítulo 4 - Hawái

El temor y las dudas me invaden de noche. Me vuelco a los libros y amanezco dormido en el piso. En el sueño, al parecer derramé el café que ahora lo mancha todo, incluso unas anotaciones que empece anoche. Mi vecina habla fuerte por teléfono como todas las mañanas y sus perros corretean como siempre haciendo temblar mi techo.Le contesto unos mensajes a Laura y decido arrancar mi día. Le prometí a mi vieja ir a almorzar con ella. Quiere preguntarme acerca de mi regalo de cumpleaños.  Para mi cumpleaños falta nada. Apenas un puñado de días. Algunos amigos sugieren un festejo algo desaforado, lo cual no estaría nada mal, pero estoy en plan de paciencia. Estoy a la espera de la confirmación de la venida de Chica de Oro. Todo al parecer será distinto esta vez. Avisa que hará lo posible para llegar y acompañarme al recital de Aristimuño.
Junto a una canción, recibo que llegó hace tres días, que esta en la casa de su mamá visitando a su familia, que tratará de ver a su padre, aunque siempre se escabulla por ahí y ella tenga que ingeniárselas para poder tener una charla con él, pero que mañana llegará a la ciudad y quiere verme. Seco y no exaltando mi interés, le comento que tendré la tarde noche del miércoles libre. En realidad podría mañana, pero quiero tomarme un día para aplacar los nervios, las ganas y todo lo que a mi alrededor gira en este momento.
Es rara la música, hace que las canciones traigan recuerdos, o mejor aún, transforma los recuerdos en canciones. Ese poder fue el que acortó las distancias para volver a vernos. Me tiro en la cama y se me vienen encima los primeros días de su viaje. Los días que la extrañé como nunca. Los días que esperaba sentado sus mensajes, los días que me iba a dormir sin haber recibido ninguno de ellos. Los días en que no habian ni risas ni caramelos.
El miércoles debo trabajar pero me iré bien temprano para su encuentro. Hay pronóstico de lluvia y ese día llueve nomás. El encuentro que sería al aire libre pasa a ser mi a departamento y le doy las gracias al agua. Supongo que estare un poco mas comodo de local.
Suena el timbre y el tan esperado momento llegó. Bajo y esta ahí. Con los auriculares puestos. Tenemos los mismos. Grandes, grises. Tiene el pelo un poco mas corto, las uñas pintadas.  Sus lentes, de marco grueso y grande. Nuestro saludo es un abrazo en silencio. Eterno. Hermoso. Se ríe y me toca la nariz. "Aca estamos", son sus palabras.Le toco el lunar que carga en su mejilla izquierda de manera avasallante y la invito a subir. Hay buenos deseos, preguntas y saludos a nuestras familias de por medio. Encuentra algo cambiado mi departamento y lo recorre. Me dice que salió apurada, pero que traerá a mi muñeco de nuevo a casa. Que siempre también me recordó a traves de él. Que ha sido un regalo noble de mi parte, pero que es muy mío y me pertenece. Si asi lo quiere, está bien.  Nos sentamos y empieza nuestra charla. Mientras, saca chocolates para que merendemos. Preparamos unos tés que compramos juntos en uno de nuestros viajes y de su bolso saca unos libros de bebidas, unos ajíes ultrapicantes en conserva, una mermelada casera hecha por su abuela y una carta de su puño letra. Me conoce, sabe lo que me gusta. Sigue tan fresca como siempre. Acusa que tiene frío y se acerca. Yo tengo la mente congelada, no puedo pensar. No aprovecho la ocasión y le doy abrazo que ni siquiera contaría como tal. Me tomo todo con calma y me invita a dar una vuelta. Juntamos las cosas y salimos al ruedo. Sin decir una palabra, al emprender camino, me toma de la mano. La suelto y y hago como si buscara algo en el bolsillo. No busco nada, solo secarme las manos. Los nervios me han traicionado y las tengo algo húmedas. Me repongo y ahora si, soy yo quien la toma. Lo he logrado. Me lleva de su mano sin ni siquiera pedirlo. Dejo mi cuerpo irse con el suyo. No hacen falta las palabras. Todo ha encontrado un rumbo inesperado, pero esperado a la vez. En el fondo, muy en el fondo, tenía la esperanza de que algo parecido sucediera. Esa esperanza que era un hilo ahora es una cuerda gigante y firme. Me avisa que tiene mucho tiempo y que puede quedarse hasta que empiece a aburrirme. Que tiene ganas de quedarse a dormir. Que picardía. Chica de Oro jamás podría aburrirme. Sería insólito.
Me llama mi hermano y le manda unos saludos. Estaba al tanto de todo. El es fan de nuestra relación. Supone que estamos vestidos parecido, como creo que muchas veces lo estamos, o al menos parece que tenemos el mismo estilo. Quiere vernos tomados de la mano y con la mirada de uno sobre el otro. Siempre dice que nuestro cariño es notorio a simple vista y que deberiamos mirarnos a un espejo para comprobarlo.
Camino a la playa, Chica de Oro pide pasar por su departamento. Nos queda de pasada. No quiero subir. Todo ha sido muy fuerte y hace un buen tiempo que yo no piso ese lugar. Le digo que prefiero esperar abajo. Me siento en la escalera mientras en la avenida empiezan a prenderse las luces. Baja y pone un pañuelo grande en mi cuello. Dice que es mas para mi que para ella.
El sol parece esconderse. Es de esos días de sol tibio que uno debe aguantar la embestida de la brisa con un buzo así como el que tengo puesto, livianito. Se esta haciendo un poco tarde. Nos convidamos unas galletitas y unas palmeritas que compramos en la panadería que queda a la vuelta de casa, una que siempre parece que está cerrada. Pero hay que apenas empujar la puerta para saber que no. Es casi una panadería a puertas cerradas. Me acerca un mate y me pregunta acerca de mi decisión de querer volver a verla. Me pide que me saque los lentes porque quiere mirarme a los ojos. Me siento y me tomo mi tiempo para darle una respuesta razonable, decorosa y que no dañe mi orgullo de hombre. Me acomodo en la arena como cuando era niño y mi hermano debía traerme hasta aquí. Miro a un grupo de personas haciendo acrobacias. Nunca fui un virtuoso en eso en el colegio. A la gente le llama le atención, a mi también, aunque de tanto verlo, me aburre un poco. Los perros corren, porque a esta altura del año, cuando la playa está tomada por nosotros, los de acá, los perros pueden andar por ahí como andan, haciendo pozos y divirtiéndose a su manera.
Estoy algo nervioso y lo nota, no lo estaba desde que fui a su encuentro hoy temprano. Porque siempre que fui  a su encuentro me pongo nervioso, hasta que me saluda con su sonrisa.
Junto todo mi valor y me animo a preguntarle lo que no me animé nunca. Le pregunto si acaso se había olvidado de mí. ¿Porque me trató como un extraño? Casi tan extraños como antes de conocernos, creo. Porque yo quería saber qué hacía, que comía, si se tiraba en la cama como en mi habitación o si cada vez que le iban a abrir la puerta la encontraban cantando como cada vez que bajé a abrirle. Y lo supe pocas veces. Contadas las veces. Y se me viene a la cabeza que tiene una deuda conmigo. También la sensación que esos días para mí no fueron una estadía en Hawái. Porque esos días empecé a recordarla borrosa de tanto pensarla. Se me confunden las ideas. El cielo se nubla como para ponerle más escenografía a nuestra charla y hay un silencio que sólo puede cortar el ruido del mar. Y hacemos quedar todo a la mitad. Nos recostamos juntos en la arena y lo dejamos todo ahí. Todo termina en un abrazo y está bien. Es un síntoma de que algo hemos crecido, juntos y por separado.
Definitivamente, jamás volveremos a ser extraños, con todo lo que eso implica.
Me río y me acuerdo que pensaba todos los días en ella con una canción distinta. Pero no se lo digo, sería alimentar su ego si lo hago. Y todavía me queda algo de miedo adentro. Unas gotas. Pero a favor tiene que ese miedo empezó tan grande como toda el agua que tenemos enfrente. Entonces como para que la agarre en el aire, le digo que quiero hacerle escuchar un par de canciones que me recordaban a ella durante su viaje. Me retruca que tienen el típico sonido que me gusta y algunas rimas forzadas. Raro. Pero creo que tal vez no haya notado, que ya es su sonido también.